No hubo color en la final de la Copa. De hecho, no hubo ni siquiera final. Fue un monólogo del Regal Barça que pasó por encima del Real Madrid (80-61) hasta borrarlo de la pista sin dejar rastro. Lo que se vivió ayer en Bilbao, en frente de 15.000 personas, un nuevo récord en el torneo, fue una de las exhibiciones más arrolladoras que se recuerdan. Inimaginable antes de empezar. Por una vez, los pronósticos se cumplieron de principio a fin. Los azulgranas cumplieron con su papel de favorito y rozaron la excelencia. El equipo azulgrana se agigantó en un final que dominó de principio a fin y que pasará a la historia por ser la victoria más amplia desde que el torneo se disputa en el formato actual, 1984.

El conjunto azulgrana supo imponer su ritmo y darle velocidad al partido, un aspecto complicado porque fue el Real Madrid quien dominó el rebote inicialmente. En ese sentido tuvo un papel fundamental Ricky Rubio, que ayer pugnó en merecimientos con Fran Vázquez por llevarse el MVP de la final. Y también arrolló cerca de canasta, con un Vázquez imperial. Enganchados al soberbio partido de ambos fueron apareciendo todas y cada una de las estrellas barcelonistas, dándole consistencia a un equipo que ya en el descanso había abierto un mundo, situándose en la frontera de los 15 puntos (40-25) tras dejar al Madrid en nueve puntos en el segundo cuarto.

RICKY RUBIO, DECISIVO El Regal Barça contó con todo lo que le había faltado en cuartos y en semifinales, sobre todo sacando a la luz la excelencia defensiva que lo ha convertido en un referente en Europa. También recuperó su carácter letal en la media distancia, con un papel importante para Navarro y Basile, y marcó el ritmo de juego que más le convenía, básicamente al fortificar el rebote, un aspecto en el que tuvo un papel importante la ayuda que ofreció Pete Mickeal --que logró su segunda Copa consecutiva con dos equipos diferentes--.

A partir de esas premisas, el Barça no hizo más que agrandar la herida. Siguió golpeando dentro, con las acciones de Lorbek y Vázquez, finalmente elegido como mejor jugador de la competición, siguió rompiendo con las penetraciones de Ricky y mantuvo su consistencia desde fuera de la zona hasta llegar a una diferencia de 27 puntos (68-41, m. 32), ya inabarcable para un rival que, desde hacía muchos minutos deambulaba noqueado.