Como si la vida le hubiera reservado enfrentarse a momentos culminantes, Andrés Iniesta revive ahora, a mucha mayor escala, el éxtasis y la plenitud que experimentó hace 11 años. En 1999 ya ganó un título mundial. Y lo ganó con un gol suyo. Era la Nike Premier Cup de clubs, de categoría cadetes. Fue el célebre día en que Guardiola le dio el trofeo y vaticinó que el entonces ´Andresín´ le retiraría.

El Mundial del 2010 es algo muy distinto, y no admite comparación posible excepto el orgullo y la satisfacción que siente Iniesta. "Es lo máximo", dice. Pero, a continuación, el centrocampista aclara que no ha saciado su ambición. Aún quiere más títulos, seguirá persiguiendo nuevos retos. Los del Barça. "Este título no influirá para mal en nuestro rendimiento. La próxima temporada empieza de cero y, como siempre, iremos a por la Liga, la Champions y todo", apuntó.

Pero el héroe de España anda ya saturado. Por una larga "y difícil" temporada que empezó lesionado, con un virus que retrasó la recuperación de la lesión que se produjo en el campo del Chelsea --otro momento culminante--, que continuó con la muerte de su amigo Dani Jarque --"se me ocurrió hacerle un homenaje el domingo, el día de la final"--, con tres títulos (no jugó ninguna de las dos Supercopas ni la final del Mundial de Clubs) y tres lesiones más que solo le permitieron jugar cuatro minutos el día del alirón liguero ante el Valladolid.

PREVISIONES QUE FALLAN Agotado física y psicológicamente por la sucesión de acontecimientos y de festejos que se desencadenó desde su inolvidable gol a Holanda, Iniesta aterrizó en Barcelona para dar una rueda de prensa y se va disparado de vacaciones. Al extranjero, donde podrá pasar algo más desapercibido que en España. Es ya una celebridad de rango histórico. Palabras mayores. Un estatus que cuesta asumir y mucho más expresar con palabras. "He hecho felices a millones de personas. La felicidad de la gente no tiene precio", dijo ayer Iniesta en el acto convocado por Nike, su patrocinador oficial en el Barça. Escribe el futuro era el lema promocional de la marca para el Mundial. Ayer insertó: "El futuro ha sido escrito".

Habría sido el mismo en otro país y con otro idioma si, según las principales previsiones, la gesta de Iniesta la hubiera protagonizado Rooney. O Cristiano Ronaldo. O Ribéry, los principales estandartes de la firma. Pero fallaron. Fue Iniesta, un chico sencillo, sin aires de divo, nacido en un modesto pueblo ya célebre (Fuentealbilla, Albacete), surgido de la cantera del Barça, quien ocupa las portadas del mundo.

El quinto mejor futbolista del planeta, según la clasificación del FIFA World Player. Uno de los aspirantes al nuevo Balón de Oro. "No pienso ni un segundo en si puedo ganarlo o no. Los premios individuales no me quitan el sueño", sostuvo Iniesta sobre la pelea que mantendrá con Xavi Hérnandez, Messi y David Villa por llevarse el citado trofeo.

El héroe de la final del Mundial llegó ayer por la mañana al aeropuerto de El Prat donde le esperaba un considerable número de periodistas. En una de sus muestras de humildad, el albaceteño se mostró "muy orgulloso de formar parte de este momento". El centrocampista aseguró que "todos confiábamos en poder conseguir algo". Durante el acto, también tuvo tiempo de recordó su histórico gol: "Todo fue muy rápido. Al principio me vi muy solo y pensé que estaba en fuera de juego. Cesc me vio fenomenal, me dio el pase rápido y cuando recibí el balón sabía que tenía que entrar, le dí con toda mi alma, porque ir a los penaltis hubiese sido terrible", matizó Iniesta.