El Real Zaragoza fue otro equipo, irreconocible y estupendo en labores defensivas con los tres centrales (ponemos a Contini porque estaba en la alineación no porque lo merezca en otra tarde triste de Matteo), y tuvo KO al Valencia en una primera mitad en la que pudo haberse ido con la primera victoria de la temporada, en realidad una fortuna, en el bolsillo. En el primer cuarto de hora borró sin piedad al conjunto de Emery del campo con una consistencia, orden y disposición sobre el terreno inéditas desde que se inventó la electricidad. Su luz, más bien el apagón que provocó con la aglomearción en el centro del campo, cegó a los locales e iluminó a Lanzaro en el minuto 2, quien se encontró un balón en un área distinta a la suya y lo convirtió en gol como no hubiera imaginado ni Ibrahimovic y por el que Villa daría media alma en su actual penitencia realizadora. Era un partido para tipos fuertes y trabajadores, de camiseta sin mangas y perfil portuario. Era un partido de carga y descarga, de músculo sudoroso al servicio de toneladas de esfuerzo colectivo. El Valencia, que esperaba una resistencia mucho menor, se arrugó cuando vio tatuajes en los jugadores del Real Zaragoza en los que se leía "Amor de madre" sobre un tigre y una calavera mientras le sacudía sin compasión en la taberna.

El chispazo nada más amanecer el choque incendió el sistema de seguridad del Valencia, incapaz de encontrar la puerta de salida ante un rival todo llamas, todo presión y ambición. Magnífica roca con fluidez en la salida y buenas combinaciones, en nada los pases locos y sin sentido de otras ocasiones. En ese regusto por el dominio constante y una superioridad abrumadora, Lafita y Braulio se plantaron ante Moyá para aumentar la diferencia aunque no tuvieron malicia. Les faltó puño a ambos. Pero cuando agonizaba la primera parte y nada auguraba el empate de un Valencia fundido, Lanzaro fue a una pelota caída del cielo que era de Doblas en su salida y marcó en propia meta. Inocente el italiano, quien pasó de héroe a villano en una acción muy ingenua.

La entrada de Ander por Pintér para apostar un poco más en el casino no resultó. No es que el Valencia creciera, sino que el Real Zaragoza se redujo sin que el canterano rompiera a sudar ni entrara en contacto con el balón. Una entrada por detrás que ni siquiera merecía la tarjeta amarilla envió a Ander al vestuario con una roja excesiva e insultante. El cuarto partido consecutivo con uno menos es demasiado. Esta vez el árbitro se excedió en la aplicación del reglamento. Ni siquiera lo repasó. Echó al chico porque sí, porque le dio un aire justiciero.

El Real Zaragoza no se vino abajo y resistió sin sufrir. Era su día para ganar, parecía escrito, y en el empate logró al menos una victoria moral, esos triunfos que sólo los ven los equipos con el agua al cuello. No avanza en la clasificación, pero en Mestalla dio un paso hacia adelante en credibilidad. Un paso corto, pero un paso.

1 - Valencia: Moyà, Miguel, David Navarro, Ricardo Costa, Mathieu, Topal, Banega (Manuel Fernandes, m.76), Pablo (Joaquín, m.61), Mata, Vicente (Soldado, m.68) y Aduriz.

1 - Zaragoza: Toni Doblas, Diogo, Lanzaro, Jarosik, Contini (Edmilson, m.70), Ponzio, Jorge López, Pinter (Ander Herrera, m.45), Gabi, Lafita (Bertolo, m.76) y Braulio. Goles: 0-1, m.3: Lanzaro. 1-1, m.44: Lanzaro en propia puerta.

Árbitro: Delgado Ferreiro (colegio vasco). Amonestó por el Valencia a Banega, Aduriz y David Navarro y por el Zaragoza a Contini y Gaby. Expulsó con roja directa a Ander Herrera (m.68)

Incidencias: Partido de la novena jornada de la Liga española de Primera División disputado en el campo de Mestalla ante 40.000 espectadores. Terreno de juego en buenas condiciones.