Se las prometía felices el Real Zaragoza con las dos perdices cazadas por Roger y Barkero en la primera mitad, pero en la segunda emergió su vertiente más oscura y deprimente, producto de las malas decisiones de su entrenador en los cambios y sobre todo de su ya tradicional descenso a los infiernos físicos. Si le dicen al Alavés que iba a sacar un punto de La Romareda con el 2-0 en su contra, le da la risa floja. Al final lo hizo dominando, ganándose la igualada frente a un equipo descosido desde la punta del botín hasta el paladar. Glorioso descalabro que acenrúa las dudas sobre un cojunto incapaz de competir más de 45 minutos. Eso el mejor día. Lo paradójico es que el punto le permite acostarse en zona de lucha por el ascenso por primera vez esta temporada. Mañana se meterá entre las sábanas fuera de ella.

El momento clave, es decir el punto de inflexión para despreciar una victoria que hubiera metido al Real Zaragoza en lo más alto de la tabla, llegó con la bajada de tono del centro del campo. Acevedo se desinfló a la vista de todo el mundo menos de Paco Herrera, quien lo mantuvo en el campo formando un trivote con José Mari y Movilla cuando los vascos había acortado distancias. En el primer gol del Alavés, el argentino se frenó como si le hubieran arrancado los dos pulmones y la defensa optó por abrir un pasillo monumental a las paredes del rival. La caída de naipes provocó sonrojo y las dudas se presentaron en manada.

Paco Herrera envió un mensaje de pánico a las criaturas cuando el guión solo exigía la salida de Acevedo. Al trío, que nunca recuperó el control del encuentro, se unieron primero Cidoncha, que juega a otro deporte diferente, con una indolencia solo comprensible por su nula calidad, y más tarde Ortí, delantero de sangre y pie helados. Era una situación muy sencilla de leer, pero el entrenador está tanto o más acongojado que la muchachada. Jarosik, que está para el retiro, tocó un balón por arriba ya de nueve a la desesperada y Cortés tuvo que hacer penalti en el tercer minuto del alargue. Viguera, autor del primer tanto, no falló la pena máxima mientras Cortés se iba a a ducha con la roja a cuestas. Increíble pero cierto y justo para los vascos, dueños y señores de toda la segunda parte.

Jarosik, que juega de central escoba por falta de velocidad, puso en máximo riesgo a un Alavés correcto pero sin grandes lujos. El Real Zaragoza exprimió el tranco corto del checo en un arranque donde Barkero, Cortés, Roger y Henríquez hicieron suya el área. Se sucedieron las ocasiones con José Mari bien puesto y Acevedo consumiendo el poco oxígeno que tiene. Una asociación entre Henríquez y Roger cogió a Jarosik en tierra de nadie y el valenciano se le fue con un golpe de riñón para definir por bajo. Un error muy grave de Nano le puso en bandeja el segundo a Barkero. La Romareda se convirtió en un jardín para la goleada local.

El Real Zaragoza, sin embargo, no tiene fondo de armario para compensar con relevos de cierto nivel el gasto de llevar el peso del partido. Se apagó Acevedo y Herrera decidió que había que mantenerle aun fundido. El Alavés se adueñó en ligera progresión de la pelota y de la zona de elaboracion con el equipo aragonés pidiendo la hora, desparramado sobre la hierba, con Henríquez dándose una paliza brutal, excesiva. El chileno va a llamar a Manchester para que le recuperen antes de que le explote el corazón para nada.

Se dejaron escapar dos puntos en Riazor y otros dos se han regalado hoy. Herrera ha estado de por medio para colaborar con ese repentino sudor frío que le entra con uno o dos golitos de ventaja. El entrenador ha perdido la brújula y a sus chicos les fallan las canillas. Queda mucho por delante. No se sabe si para bien o para mal. Los 90 minutos, por el momento, son demasiado para este equipo que juega a ratos bien y demasiado tiempo muy mal.

Ficha técnica:

2 - R.