En situaciones de crisis siempre se acude a lo mismo: el Gobierno (los de turno, el que esté) debe de hacer un esfuerzo. Y debe ser así pero solo en parte. En este país se tiene que acabar eso de que todo el mundo ponga la mano para recibir dinero fácil, el público. Llama la atención lo que esta semana ha pedido en Zaragoza el sector de la construcción --el de toda España-- ante el desplome inmobiliario que está viviendo todavía nuestro país. Dicen que lo mejor para salir de la crisis es la colaboración público-privada y hasta les han hecho un estudio --los de Deloitte-- en el que se subraya la necesidad de inyectar liquidez al sistema de empresas constructoras y promotoras para mantener la actividad.

Vivir permanentemente en esa cultura del dinero fácil es un error. Puede que los gobiernos (los de turno) hayan colaborado en la crisis inmobiliaria española hasta por dejadez, pero quienes han ganado dinero sin conocimiento durante muchos años no deben buscar soluciones en papa Estado ahora. Hay que bajar precios, aunque ganen menos, y así la demanda, que existe, que es real, responderá y los bancos y cajas no tendrán inconveniente en facilitar créditos a las familias, pero ajustados a la realidad.

Aunque una parte del problema no lo tienen los contratistas, sino las entidades financieras, --sobre todo bancos-- que tienen un estoc de viviendas tal que lo que hacen, en muchos casos, es poner a disposición de los grandes inversores unos pisos a precios que no son los del mercado. Así tampoco se soluciona el problema. Ni matando al mensajero, porque de la caída de los precios tampoco tiene la culpa la prensa, como dice alguno en el sector.