Solo cuatro días después de que el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, provocara escalofríos en los mercados asegurando que las perspectivas económicas de crecimiento se enfrentan en Estados Unidos a una "incertidumbre inusual", la Casa Blanca lanzó ayer a través de su secretario del Tesoro, Timothy Geithner, un mensaje más esperanzador con el que intenta despejar los fantasmas de una posible recaída en la crisis, la temida y por muchos augurada doble recesión.

"No creo que haya nada inusual en el hecho de que los estadounidenses sigan viviendo con cierto sentido de precaución sobre el futuro dada la gravedad de esta crisis, dado lo mala que era la situación hace solo 18 meses. Es algo natural e inevitable", dijo Geithner, con un tono radicalmente diferente al que usó Bernanke. Para tratar de apuntalar su argumento, el secretario del Tesoro apuntó al crecimiento económico que EEUU ha experimentado el último año, a la creación de empleos en el sector privado y a una economía que "empieza a sanar". Habló de esos factores como "señales que animan", aunque admitió que la creación de puestos de trabajo, señal vital de recuperación, no está avanzando "tan rápido como es necesario".

Geithner reconoció que aún quedan retos, y muchos, porque "las cicatrices de esta crisis son muy profundas", pero justo por la severidad de la última recesión y sus particularidades llamó a no hacer una interpretación excesivamente pesimista de la lentitud de recuperación que le ha seguido, una recuperación mucho más ralentizada que en crisis anteriores. "Lo más probable es que veamos una economía que se refuerza gradualmente en el próximo año o dos", aseguró.

TORMENTA A LA VISTA En sus intervenciones en la NBC y en ABC, Geithner entró también en el último debate que promete una tormenta en el Congreso, después de la que provocó la ley de reforma financiera que el presidente, Barack Obama, pudo firmar finalmente esta semana tras un año de luchas y debate. Se trata de los recortes de impuestos a las rentas más altas que aprobó George Bush en el 2001 y el 2003 y que expiran a finales de año.

Mientras los republicanos y algunos demócratas aseguran que eliminarlos dañará la recuperación, la Administración está promoviendo la idea de no renovarlos. Con ello la Casa Blanca trata de mostrar un compromiso con el recorte del déficit después de haber convertido las políticas de estímulo en principal arma para superar la crisis, consciente de la brecha abierta entre los países que consideran prioritaria la consolidación fiscal y los que, como EEUU, aún defienden la necesidad de primar los estímulos.

"Es lo responsable porque necesitamos asegurarnos de que podemos mostrar al mundo que estamos dispuestos como país a empezar a avanzar en la reducción de nuestros déficits a largo plazo", dijo Geithner, que defendió que acabar con esas ventajas fiscales solo en las rentas más altas solo afectaría a entre el 2% y el 3% de la población.