La profunda conmoción que provocó ayer en Francia la trágica desaparición del presidente de la petrolera Total puso de relieve que Christophe de Margerie, de 63 años, era mucho más que un poderoso patrón. Tras confirmarse su muerte en un accidente en el aeropuerto moscovita de Vnukovo, al chocar su avión con una máquina quitanieves, el secretario general de la compañía, Jean-Jacques Guilbaud, compareció en la sede parisina de Total para garantizar la continuidad de la gestión y de las actividades del grupo, presente en 130 países.

"Total debe seguir hacia adelante", dijo. El consejo de administración de la petrolera se reunirá en breve y, siguiendo la tradición, el sucesor de Margerie será sin duda alguien de la casa. Entre los nombres que suenan figuran Philippe Boisseau, director general de márketing y servicios, y Patrick Pouyanné, director general de la filial.

Consciente de la imagen que arrastraba la compañía tras la catástrofe del Erika que cubrió de petróleo las costas de Bretaña en 1999 o la explosión de la petroquímica AZF cerca de Toulouse en el 2001, cuando en el 2010 llegó a la cúpula de Total, Margerie se propuso cambiar esa percepción. Logró humanizar la empresa y orientarla hacia un futuro más verde convirtiéndola en el número dos en producción de energía solar. Francia lamentó la pérdida de un empresario único.