Javier Morella tiene 37 años y es olivarero en Belchite, aunque son los consumidores italianos quienes pueden disfrutar del aceite que producen sus olivas. No se arrepiente de su decisión de dedicarse a la agricultura, aunque ve injusta la inferioridad de la que parten los jóvenes a la hora de recibir los fondos de la Política Agrícola Común (PAC). Cree que se ha convertido en un negocio "puro y duro" que incita a la especulación. Pero, sobre todo, se queja de cobren ayudas europeas "gente que no trabaja la tierra ni cría animales", porque "hay que vivir de la producción, no de la subvención". "Y lo peor es que esta situación se va a alargar seis años más", se lamenta.

Morella trabaja en la agricultura desde 1999. Empezó por cuenta ajena en un campo de olivar, hasta que en el 2006 decidió montar su propia explotación y hacerse como autónomo. "¿Por qué? Todos los agricultores estamos un poco locos", dice entre risas. De chaval había estudiado un ciclo de Formación Profesional de Administrativo, pero su padre era agricultor. "Me gustaba más esto, es menos monótono que estar en una oficina y cuando cosechas ves el fruto de tu trabajo, nunca mejor dicho", argumenta.

Ahora tiene 100 hectáreas de olivar y otras 300 de cereal de secano, pero empezó con apenas 30. "No tenía nada, tuve que pedir 180.000 euros al banco y mis padres me avalaron", explica. También contó con las ayudas del Gobierno de Aragón: 35.000 euros por incorporación al sector y un retorno del 50% por realizar una inversión de hasta 100.000 euros. Del presupuesto, además de la adquisición de la tierra, había que destinar una parte a comprar derechos de pago único de la reserva nacional, la única salida que tienen los jóvenes que se incorporan al sector para poder solicitar su primera PAC. "Me parece injusto pagar por algo que otros consiguieron gratis solo por el hecho de haber nacido antes que yo", se queja Morella.

Así, a cada hectárea le corresponde un derecho, pero con la nueva reforma que entra en vigor al año que viene todo queda igual: aunque el agricultor haya aumentado la superficie de cultivo, no se le adjudican más derechos. "Se ha perdido la oportunidad de cambiar para que cada uno reciba en función de lo que tiene, no de lo que tenía cuando empezó y recibió sus derechos de ayudas históricas", considera. Morella revela que compró derechos a un familiar porque se retiraba "pero no lo volvería a hacer", reconoce este joven agricultor, quien, si pudiera, "cambiaría el 95% de las cosas de la política agraria".