El 2021 ocupa ya un sitio privilegiado en el museo de los horrores de un Real Zaragoza que vivió casi todo el año inmerso en un drama que bien pudo convertirse en una tragedia. Lo evitó un veterano técnico alicantino, Juan Ignacio Martínez, al que el club encomendó una misión casi imposible: resucitar a un muerto. Lo hizo a través de un nuevo director deportivo, Miguel Torrecilla, que sustituyó en el cargo al despedido Lalo Arantegui, víctima de su enésimo fracaso en la elección de entrenadores. Su salida y el regreso de Iván Martínez (relevo de Baraja) al filial marcaron el final de un 2020 aciago. El 2021 debía ser mejor.
Y lo fue. La llegada de JIM supuso un soplo de aire fresco para un conjunto inerte al que solo mantenían con vida los canteranos. Francho, Francés y Azón rescataron a su equipo del alma de una muerte segura y, junto a la dosis de autoestima aportada por JIM, el Zaragoza recobró sus constantes vitales hasta firmar una salvación que supo a gloria. La gesta de los tres jóvenes les llevaría a todos ellos a la selección sub-21.
El Zaragoza vivía como equipo pero su rostro como club era más pálido que nunca. Partido en dos por dentro, sus patronos llegaban a un acuerdo con el grupo inversor Spain Football Capital en una operación de compra-venta frustrada porque el dinero nunca llegó. El sofocón y la ausencia de explicaciones por parte de una directiva incapaz de pedir disculpas a sus aficionados tras una de las peores temporadas en la historia del club, deterioró aún más la relación de la masa social con un Real Zaragoza irreconocible desde hace tiempo.
El regreso de la afición a los estadios como consecuencia de la positiva evolución de la pandemia marcó el inicio de una nueva temporada, de nuevo con JIM al mando. Tras una racha histórica de nueve empates consecutivos, tres victorias seguidas acercaban el sueño, pero el año acababa con dos derrotas consecutivas (en Almería y en casa ante el Tenerife) que obligaban a abrir los ojos y apretar los dientes. La Romareda, donde el Zaragoza se está mostrando excesivamente vulnerable, afrontará el nuevo año sumido en esa sensación de orfandad que viene padeciendo desde hace tiempo. Los cánticos en contra de una directiva más dividida que nunca arrecian mientras la propiedad acomete un nuevo intento de venta marcado por una negociación por separado entre la familia Alierta, por un lado, y los consejeros Yarza y Forcén, que escenificaron su irremediable divorcio con el accionista mayoritario ausentándose de la Junta anual de accionistas, por el otro.
Eso sí, el club presume de unas cuentas que siguen reduciendo la deuda merced a un obligado superávit anual que permite seguir respirando a una entidad partida en dos y sumida en una profunda crisis institucional que convierte los sueños en pesadillas.
JIM fue decisivo en la salvación del Zaragoza
El 2021 ocupa ya un sitio privilegiado en el museo de los horrores de un Real Zaragoza que vivió casi todo el año inmerso en un drama que bien pudo convertirse en una tragedia. Lo evitó un veterano técnico alicantino, Juan Ignacio Martínez, al que el club encomendó una misión casi imposible: resucitar a un muerto. Lo hizo a través de un nuevo director deportivo, Miguel Torrecilla, que sustituyó en el cargo al despedido Lalo Arantegui, víctima de su enésimo fracaso en la elección de entrenadores. Su salida y el regreso de Iván Martínez (relevo de Baraja) al filial marcaron el final de un 2020 aciago. El 2021 debía ser mejor.
Y lo fue. La llegada de JIM supuso un soplo de aire fresco para un conjunto inerte al que solo mantenían con vida los canteranos. Francho, Francés y Azón rescataron a su equipo del alma de una muerte segura y, junto a la dosis de autoestima aportada por JIM, el Zaragoza recobró sus constantes vitales hasta firmar una salvación que supo a gloria. La gesta de los tres jóvenes les llevaría a todos ellos a la selección sub-21.
El Zaragoza vivía como equipo pero su rostro como club era más pálido que nunca. Partido en dos por dentro, sus patronos llegaban a un acuerdo con el grupo inversor Spain Football Capital en una operación de compra-venta frustrada porque el dinero nunca llegó. El sofocón y la ausencia de explicaciones por parte de una directiva incapaz de pedir disculpas a sus aficionados tras una de las peores temporadas en la historia del club, deterioró aún más la relación de la masa social con un Real Zaragoza irreconocible desde hace tiempo.
El regreso de la afición a los estadios como consecuencia de la positiva evolución de la pandemia marcó el inicio de una nueva temporada, de nuevo con JIM al mando. Tras una racha histórica de nueve empates consecutivos, tres victorias seguidas acercaban el sueño, pero el año acababa con dos derrotas consecutivas (en Almería y en casa ante el Tenerife) que obligaban a abrir los ojos y apretar los dientes. La Romareda, donde el Zaragoza se está mostrando excesivamente vulnerable, afrontará el nuevo año sumido en esa sensación de orfandad que viene padeciendo desde hace tiempo. Los cánticos en contra de una directiva más dividida que nunca arrecian mientras la propiedad acomete un nuevo intento de venta marcado por una negociación por separado entre la familia Alierta, por un lado, y los consejeros Yarza y Forcén, que escenificaron su irremediable divorcio con el accionista mayoritario ausentándose de la Junta anual de accionistas, por el otro.
Eso sí, el club presume de unas cuentas que siguen reduciendo la deuda merced a un obligado superávit anual que permite seguir respirando a una entidad partida en dos y sumida en una profunda crisis institucional que convierte los sueños en pesadillas.
Francés, el gran valor de la cantera, celebra un gol
El 2021 ocupa ya un sitio privilegiado en el museo de los horrores de un Real Zaragoza que vivió casi todo el año inmerso en un drama que bien pudo convertirse en una tragedia. Lo evitó un veterano técnico alicantino, Juan Ignacio Martínez, al que el club encomendó una misión casi imposible: resucitar a un muerto. Lo hizo a través de un nuevo director deportivo, Miguel Torrecilla, que sustituyó en el cargo al despedido Lalo Arantegui, víctima de su enésimo fracaso en la elección de entrenadores. Su salida y el regreso de Iván Martínez (relevo de Baraja) al filial marcaron el final de un 2020 aciago. El 2021 debía ser mejor.
Y lo fue. La llegada de JIM supuso un soplo de aire fresco para un conjunto inerte al que solo mantenían con vida los canteranos. Francho, Francés y Azón rescataron a su equipo del alma de una muerte segura y, junto a la dosis de autoestima aportada por JIM, el Zaragoza recobró sus constantes vitales hasta firmar una salvación que supo a gloria. La gesta de los tres jóvenes les llevaría a todos ellos a la selección sub-21.
El Zaragoza vivía como equipo pero su rostro como club era más pálido que nunca. Partido en dos por dentro, sus patronos llegaban a un acuerdo con el grupo inversor Spain Football Capital en una operación de compra-venta frustrada porque el dinero nunca llegó. El sofocón y la ausencia de explicaciones por parte de una directiva incapaz de pedir disculpas a sus aficionados tras una de las peores temporadas en la historia del club, deterioró aún más la relación de la masa social con un Real Zaragoza irreconocible desde hace tiempo.
El regreso de la afición a los estadios como consecuencia de la positiva evolución de la pandemia marcó el inicio de una nueva temporada, de nuevo con JIM al mando. Tras una racha histórica de nueve empates consecutivos, tres victorias seguidas acercaban el sueño, pero el año acababa con dos derrotas consecutivas (en Almería y en casa ante el Tenerife) que obligaban a abrir los ojos y apretar los dientes. La Romareda, donde el Zaragoza se está mostrando excesivamente vulnerable, afrontará el nuevo año sumido en esa sensación de orfandad que viene padeciendo desde hace tiempo. Los cánticos en contra de una directiva más dividida que nunca arrecian mientras la propiedad acomete un nuevo intento de venta marcado por una negociación por separado entre la familia Alierta, por un lado, y los consejeros Yarza y Forcén, que escenificaron su irremediable divorcio con el accionista mayoritario ausentándose de la Junta anual de accionistas, por el otro.
Eso sí, el club presume de unas cuentas que siguen reduciendo la deuda merced a un obligado superávit anual que permite seguir respirando a una entidad partida en dos y sumida en una profunda crisis institucional que convierte los sueños en pesadillas.
Blasco, Varanda y Uguet, solos, en la Junta de Accionistas celebrada este mes
El 2021 ocupa ya un sitio privilegiado en el museo de los horrores de un Real Zaragoza que vivió casi todo el año inmerso en un drama que bien pudo convertirse en una tragedia. Lo evitó un veterano técnico alicantino, Juan Ignacio Martínez, al que el club encomendó una misión casi imposible: resucitar a un muerto. Lo hizo a través de un nuevo director deportivo, Miguel Torrecilla, que sustituyó en el cargo al despedido Lalo Arantegui, víctima de su enésimo fracaso en la elección de entrenadores. Su salida y el regreso de Iván Martínez (relevo de Baraja) al filial marcaron el final de un 2020 aciago. El 2021 debía ser mejor.
Y lo fue. La llegada de JIM supuso un soplo de aire fresco para un conjunto inerte al que solo mantenían con vida los canteranos. Francho, Francés y Azón rescataron a su equipo del alma de una muerte segura y, junto a la dosis de autoestima aportada por JIM, el Zaragoza recobró sus constantes vitales hasta firmar una salvación que supo a gloria. La gesta de los tres jóvenes les llevaría a todos ellos a la selección sub-21.
El Zaragoza vivía como equipo pero su rostro como club era más pálido que nunca. Partido en dos por dentro, sus patronos llegaban a un acuerdo con el grupo inversor Spain Football Capital en una operación de compra-venta frustrada porque el dinero nunca llegó. El sofocón y la ausencia de explicaciones por parte de una directiva incapaz de pedir disculpas a sus aficionados tras una de las peores temporadas en la historia del club, deterioró aún más la relación de la masa social con un Real Zaragoza irreconocible desde hace tiempo.
El regreso de la afición a los estadios como consecuencia de la positiva evolución de la pandemia marcó el inicio de una nueva temporada, de nuevo con JIM al mando. Tras una racha histórica de nueve empates consecutivos, tres victorias seguidas acercaban el sueño, pero el año acababa con dos derrotas consecutivas (en Almería y en casa ante el Tenerife) que obligaban a abrir los ojos y apretar los dientes. La Romareda, donde el Zaragoza se está mostrando excesivamente vulnerable, afrontará el nuevo año sumido en esa sensación de orfandad que viene padeciendo desde hace tiempo. Los cánticos en contra de una directiva más dividida que nunca arrecian mientras la propiedad acomete un nuevo intento de venta marcado por una negociación por separado entre la familia Alierta, por un lado, y los consejeros Yarza y Forcén, que escenificaron su irremediable divorcio con el accionista mayoritario ausentándose de la Junta anual de accionistas, por el otro.
Eso sí, el club presume de unas cuentas que siguen reduciendo la deuda merced a un obligado superávit anual que permite seguir respirando a una entidad partida en dos y sumida en una profunda crisis institucional que convierte los sueños en pesadillas.
Princesa del deporte español
2021 ha sido uno de los años más complicados para Teresa Perales. Una lesión en el hombro le hizo disputar lesionada los Juegos de Tokio, lo que no le impidió lograr su medalla número 27 y seguir ampliando su historial. Después sufrió unos espasmos musculares que le obligaron a estar más de un mes hospitalizada. Pero este ha sido también el año en el que ha logrado la distinción más importante del mundo del deporte español, el premio Princesa de Asturias, que recogió en Oviedo.
Noveno aragonés con medalla
El zaragozano Jesús Vallejo, jugador del Real Madrid, logró junto a la selección española de fútbol la medalla de plata olímpica tras caer en la final ante Brasil. El aragonés fue el capitán del combinado nacional y participó en cinco de los seis choques. El futbolista se convirtió en Tokio en el noveno aragonés en lograr una presea olímpica en unos Juegos Olímpicos, donde también participaron Carlos Mayo, 13º en los 10.000 metros lisos y Pablo Abián, que no pudo superar la fase de grupos en bádminton.
Un bronce y multitud de cambios
El Casademont Zaragoza ha vivido una montaña rusa en este 2021. La medalla de bronce de la Champions acabó siendo lo más destacado en medio de la inestabilidad que ha vivido la entidad provocada por los interminables cambios, que no se detuvieron con el cambio de temporada. Tres entrenadores han pasado por el banquillo y la plantilla se renovó por completo en verano en uno de los años con más trabajo para el director deportivo, Pep Cargol, que no ha terminado de dar con la tecla en sus decisiones.
Duro regreso a la categoría de plata
El Huesca lo tuvo en la mano y no lo consiguió. El equipo dirigido por Pacheta, al que la llegada del técnico burgalés le cambió la cara, llegó a la última jornada de la Liga Santander dependiendo de sí mismo para mantener la categoría. Lo que parecía un milagro meses atrás estuvo a punto de lograrse, pero los oscenses no pudieron superar en El Alcoraz al Valencia, a pesar de que los ches no se jugaban nada. Los aragoneses, a los que no les faltaron ocasiones, no acertaron y el empate certificó su regreso a Segunda.
Rasmia aragonesa en la cancha
Cristina Ouviña completó con el Valencia Basket, llegando a la final de Liga Endesa, su primera temporada completa en su regreso a España tras haber pasado la mayoría de su carrera triunfando en países como Francia, Rusia o Polonia. Su buen hacer le llevó un verano más a defender los colores de la selección española en los Juegos de Tokio, aunque el combinado nacional no pudo pasar de cuartos al caer ante Francia. La que también cayó en cuartos en Japón fue Begoña García con la selección de hockey hierba.
Unidas frente a la adversidad
El deporte aragonés se volcó con las hermanas Sánchez Alayeto cuando el 14 de junio Mapi comunicó que padece esclerosis múltiple recurrente remitente, una enfermedad autoinmune. Lejos de rendirse, la aragonesa no se ha rendido y continúa compitiendo en el World Pádel Tour de la mano de su inseparable hermana y pareja, Majo. A pesar de no haber sido su mejor año a nivel deportivo, las gemelas aragonesas han finalizado el año a un gran nivel demostrando que todavía les queda cuerda para rato.
Alcañiz volvió a rugir con fuerza
Tras las carreras de 2020 sin público en el circuito de Motorland, este año fue el del regreso de los aficionados a las gradas del circuito de Alcañiz. A pesar de las restricciones y las limitaciones de aforo, unos 13.000 aficionados no se quisieron perder la posibilidad de volver a ver a sus pilotos favoritos en vivo y en directo. Y no solo en el circuito, ya que la ciudad de Alcañiz volvió a vivir el ambiente de las grandes ocasiones, que se repetirá en 2022 ya que el Mundial de MotoGP confirmó su paso un año más por Motorland.
Presente y futuro del kárate
2021 ha sido el año de la consagración total para Raquel Roy, de 23 años, en la élite del kárate. La aragonesa, se colgó la medalla de plata en el Mundial celebrado en Abu Dabi, en la categoría de kata por equipos, junto a sus compañeras Lidia Rodríguez y María López. Las españolas no pudieron superar en la final a la imbatible Japón. A este éxito para la karateca aragonesa también hay que sumar la medalla plata que logró también por equipos en el Europeo y dos oros en pruebas de la Premier League.
El 2021 ocupa ya un sitio privilegiado en el museo de los horrores de un Real Zaragoza que vivió casi todo el año inmerso en un drama que bien pudo convertirse en una tragedia. Lo evitó un veterano técnico alicantino, Juan Ignacio Martínez, al que el club encomendó una misión casi imposible: resucitar a un muerto. Lo hizo a través de un nuevo director deportivo, Miguel Torrecilla, que sustituyó en el cargo al despedido Lalo Arantegui, víctima de su enésimo fracaso en la elección de entrenadores. Su salida y el regreso de Iván Martínez (relevo de Baraja) al filial marcaron el final de un 2020 aciago. El 2021 debía ser mejor.
Y lo fue. La llegada de JIM supuso un soplo de aire fresco para un conjunto inerte al que solo mantenían con vida los canteranos. Francho, Francés y Azón rescataron a su equipo del alma de una muerte segura y, junto a la dosis de autoestima aportada por JIM, el Zaragoza recobró sus constantes vitales hasta firmar una salvación que supo a gloria. La gesta de los tres jóvenes les llevaría a todos ellos a la selección sub-21.
El Zaragoza vivía como equipo pero su rostro como club era más pálido que nunca. Partido en dos por dentro, sus patronos llegaban a un acuerdo con el grupo inversor Spain Football Capital en una operación de compra-venta frustrada porque el dinero nunca llegó. El sofocón y la ausencia de explicaciones por parte de una directiva incapaz de pedir disculpas a sus aficionados tras una de las peores temporadas en la historia del club, deterioró aún más la relación de la masa social con un Real Zaragoza irreconocible desde hace tiempo.
El regreso de la afición a los estadios como consecuencia de la positiva evolución de la pandemia marcó el inicio de una nueva temporada, de nuevo con JIM al mando. Tras una racha histórica de nueve empates consecutivos, tres victorias seguidas acercaban el sueño, pero el año acababa con dos derrotas consecutivas (en Almería y en casa ante el Tenerife) que obligaban a abrir los ojos y apretar los dientes. La Romareda, donde el Zaragoza se está mostrando excesivamente vulnerable, afrontará el nuevo año sumido en esa sensación de orfandad que viene padeciendo desde hace tiempo. Los cánticos en contra de una directiva más dividida que nunca arrecian mientras la propiedad acomete un nuevo intento de venta marcado por una negociación por separado entre la familia Alierta, por un lado, y los consejeros Yarza y Forcén, que escenificaron su irremediable divorcio con el accionista mayoritario ausentándose de la Junta anual de accionistas, por el otro.
Eso sí, el club presume de unas cuentas que siguen reduciendo la deuda merced a un obligado superávit anual que permite seguir respirando a una entidad partida en dos y sumida en una profunda crisis institucional que convierte los sueños en pesadillas.