China ha jubilado el mayor experimento demográfico de la Historia: la política del hijo único ha perfilado el desarrollo económico y social del país más poblado del mundo durante casi cuatro décadas. El plenario del Comité Central del Partido Comunista de China la abolió ayer y permitió el segundo hijo para cualquier pareja. Supone la tardía constatación de una certeza: hace años que el país no necesita embridar la natalidad sino estimularla.

La noticia, publicada por sorpresa en la agencia estatal Xinhua, se justifica para "equilibrar el desarrollo de la población y responder al desafío de su envejecimiento". El desequilibrio de géneros o la reducción de masa trabajadora son otros desajustes demográficos de una ley a la que China también tiene mucho que agradecer.

La política fue aprobada en 1979, dos décadas después de que el país sufriera la peor hambruna de la historia moderna (entre 10 y 40 millones de muertos, según las fuentes) y tras muchos cálculos que incluían población, toneladas de grano y otros factores.

La ley cumplió sus objetivos: ahorró 400 millones de nacimientos a China. El país aún padece una relación crítica entre población y aspectos como tierra cultivable o reservas acuíferas, así que es fácil imaginar el colapso con 400 millones de chinos más. La reducción de la pobreza mundial en las últimas décadas se concentra en China y habría sido imposible sin esa política.

SEGURIDAD SOCIAL La ley frenó la demografía (la fertilidad rozaba los seis niños por familia a principios de los años 70), espoleó la economía y mejoró las condiciones de vida de la mayoría del pueblo. Pero muchos pedían en los últimos años que se le agradecieran los servicios prestados y se la jubilase. La liturgia se repetía anualmente en las vísperas de la Asamblea Nacional Popular o Parlamento: un experto proponía cambios, la prensa estimulaba el debate y el Gobierno subrayaba la necesidad de estudiarlo con pausa.

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