'El rey del gaokao'

Un hombre suspende 27 veces la selectividad china: "Me planteo si debo continuar"

En un video en Douyin, brazo chino de Tiktok, había expresado su pesimismo tras salir del examen. "Quizá sea difícil este año entrar en una buena universidad"

Estudiantes antes de hacer el examen nacional de acceso a la universidad, conocido como gaokao.

Estudiantes antes de hacer el examen nacional de acceso a la universidad, conocido como gaokao. / EFE

Adrián Foncillas

Muchos ya le sugerían el pasado año que 26 derrotas eran demasiadas. "Volveré", respondió con la solemnidad del exigido por la historia a saldar su deuda. Pero al bueno de Liang Shi le cuesta más aprobar el 'gaokao' o selectividad china que a MacArthur echar a los japoneses de Filipinas y esta semana, 27 derrotas ya, insinuaba su rendición. "Me estoy planteando si debo continuar, tengo que pensarlo", concedió.  

Nadie sublima más y mejor el gaokao que Liang. "El rey del gaokao", le llaman. Se examinó por primera vez en 1983, con las reformas económicas de Deng Xiaoping aún frescas. Sólo la salud, las urgencias laborales y una normativa ya derogada le han privado de su cita en un puñado de ocasiones. Sus peripecias integran ya la función anual. En un video en Douyin, brazo chino de Tiktok, había expresado su pesimismo tras salir del examen. "Quizá sea difícil este año entrar en una buena universidad", vaticinó.

"Estoy muy decepcionado, nunca pensé que los resultados pudieran ser tan malos"

Pocos días después, retransmitido en directo por la televisión provincial sichuanesa, consultaba su puntuación y confirmaba los temores: 428 sobre 750. Por debajo incluso del pasado año. "Estoy muy decepcionado, nunca pensé que los resultados pudieran ser tan malos", confesó.

El sueño universitario

Liang probó a los 16 años. Sus padres querían que alguno de sus cinco hijos entrara en la universidad y le animaron. Tras encadenar tres fracasos, le animaron a dejarlo. Liang probó entonces en una escuela de formación profesional que abandonó porque no quería rodearse de ruidosas máquinas. Acumuló empleos menores mientras seguía preparándose para los exámenes. Vendió ropa y electrodomésticos hasta fundar el negocio de madera que le enriqueció. Una ley de 1992 prohibió el examen a los mayores de 25 años y no regresó hasta que fue derogada en 2001. 

 Su mejor marca son los 469 puntos de 2018. Bastaban para entrar en una universidad pero quedaban muy lejos de los 600 que exigen las mejores y Liang sólo soñaba con la prestigiosa Universidad de Sichuan. Lo ha intentado todo, incluso cambiar las ciencias por el arte. También abrió la puerta a universidades de menos postín. En 2011 acudió al 'gaokao' con su hijo, que ya tiene un máster. 

Doce horas de estudio

Liang, nacido en la provincia central de Sichuan, chirría entre los 13 millones de estudiantes que se examinaron recientemente. Tiene 57 años, familia y una empresa boyante, así que no se le supone la habitual urgencia por encontrar trabajo y pareja. De joven ansiaba los estudios universitarios para una vida mejor, ahora es una cuestión de orgullo. "Me molesta no haber conseguido una formación universitaria. Quiero ir y convertirme en un intelectual", ha explicado a la prensa local. 

Actualmente Liang tiene 57 años, una familia y una empresa boyante

Liang describe su vida como monacal. Doce horas diarias de estudio. Sin alcohol ni mahjong, el dominó chino. ¿Qué lleva a un tipo con la vida resuelta a esa tortura? Es el secular prestigio de la educación en China que sigue intacto tras décadas de reforma y dinero fácil. En la época imperial los eruditos de todo el país llegaban a Pekín para examinarse en el templo de Confucio y solo unos puñados podían emplearse en la corte.

El modelo meritocrático descansa hoy en un filtrado que empieza en el colegio y encauza a los mejores hacia las más prestigiosas universidades del país, siempre públicas. Sólo las calificaciones más altas empujan a Beida o Tsinghua, caladeros de multinacionales y trampolines políticos. Los ricos deben enviar a sus hijos mediocres al extranjero o matricularlos en universidades privadas sin pedigrí que reparten diplomas más en base al dinero desembolsado que a los conocimientos demostrados. 

Ofrendas en templos

El 'gaokao' es el Rubicón del estudiante chino, el que separa a los que conducirán la locomotora económica de los que alimentarán la caldera. Todo es superlativo. Muchos padres rezan y dan ofrendas en templos durante semanas y reciben a sus retoños con flores a la salida de los exámenes. Es habitual el cierre de restaurantes y los cortes de tráfico en los aledaños de las aulas para preservar la concentración de los estudiantes. Las preguntas del examen están fuertemente custodiadas y las penas por revelarlas se equiparan a las de los secretos de Estado. 

"Si dejo de asistir al gaokao, cada sorbo de té hasta el fin de mi vida tendrá el sabor del arrepentimiento"

En esa ceremonia ha participado Liang durante cuatro décadas. Quizá sus dudas inmediatas y razonables se disipen y vuelva a hincar las codos. "Si dejo de asistir al gaokao, cada sorbo de té hasta el fin de mi vida tendrá el sabor del arrepentimiento", revelaba. Su plan inmediato, ha aclarado, es jugar al mahjong con sus amigos los tres próximos días y noches.