Esta diseñadora madrileña plasma en sus prendas obras de artistas como Papartus o Marina Vargas. El centro Joaquín Roncal de Zaragoza reúne su trabajo hasta el 31 de julio con la exposición ‘Donde el arte y la moda se encuentran’.

—¿Resulta sencillo mezclar arte y moda?

—Sencillo no diría que es la palabra. Tiene bastantes complicaciones. Sí es cierto que mucha gente a lo mejor no entiende el arte en la ropa. Son dos mundos que son muy parecidos en muchos sentidos pero están muy distantes. Es verdad que ha habido colaboraciones de arte y moda de toda la vida, desde Dalí con Elsa Schiaparelli. Pero la novedad que yo quería hacer era crear una marca en la que esa sea la base. Que el soporte sean las prendas para llevar el arte a la calle y lo pueda vestir quien quiera. Y que alguien que a lo mejor no tiene la intención de ir a un museo a ver una exposición, se lo encuentra en la calle y a lo mejor se da cuenta de que le gusta, que le llama la atención. Para mí es una nueva forma de dar visibilidad al arte y una nueva manera de innovar un poco dentro del mundo de la moda.

—¿Tienen muchos vínculos ambas facetas?

—Sí. Para mí, la moda también es un arte, todo tipo de creación es un arte y siempre digo que mezclo arte y moda pero de obras de arte creo otro tipo de obras. Cuando veo un cuadro, sé directamente si puede encajar en una de mis prendas, o no. Y, a raíz de eso, con el consentimiento del artista, tengo que manipular la obra para llegar a cómo creo que realmente se va a ver bien en una prenda. De una obra saco una edición, son todo piezas únicas dentro de la edición de un cuadro.

—En su caso, le viene de familia el arte…

—Sí. Siempre he sido un amante del arte, desde pequeña, he nacido entre cuadros y para mí el estudio de mi padre (Papartus) era como el parque para cualquier niño. Donde jugaba y me divertía. Mi padre lleva pintando toda la vida y hace como 13 años decidió dejar de exponer porque quería focalizarse más en su trabajo que hacer catálogos y exposiciones. Y yo iba al estudio y pensaba que eso tenía que salir, que verse. Ahí me empecé a dar cuenta de la necesidad de dar visibilidad. Fue la inspiración que me dio la idea de este proyecto y mi padre fue el primero con el que hice la colaboración.

—¿Da respeto enfrentarse a una obra?

—Depende mucho del artista. Siempre intento respetar mucho. De los artistas con los que he colaborado, sí hay alguno que deja muchísima libertad y otros que también confían pero que les gusta mucho estar más involucrados, les gusta el proceso y les parece divertido, una manera de hacer algo diferente.

—¿Qué criterios sigue en su selección?

—No sigo un criterio cerrado a la hora de elegir a un artista. Es más un enamoramiento por el artista y la obra, no soy cuadriculada. Sí que tengo una devoción por los colores. Pero he trabajado también por ejemplo con Marina Vargas, que es una artista más figurativa, o MisterPiro, que es un grafitero. No tengo una cuadrícula.

—¿Por qué el kimono?

—Cuando empecé con la idea de mezclar arte y moda vivía en Dubái. Estaba trabajando para la feria del arte y yo no quería crear una marca con todo tipo de prendas. Para mí, siempre ha sido muy importante darle la misma importancia al arte que a la moda en lo que respecta a la firma. Y buscando una prenda, la tenía en las narices, son las abayas, lo que visten las mujeres islámicas. Es una prenda perfecta, es una tela que cae, para plasmar una obra.

—Podría decirse que es casi un lienzo móvil, ¿no?

—Ahora me he dado cuenta de que cualquier soporte es bueno si tienes la intuición de cómo plasmar la obra. He evolucionado a hacer trajes, pantalones… un poco de todo. Con la experiencia te vas dando cuenta de que sí se puede plasmar en diferentes prendas.

—De hecho, hay bolsos y con fin solidario…

—Sí, es un proyecto que empecé a la vez que la marca, hace tres años. Quise tener algo solidario dentro de la marca y, teniendo contacto con bastantes artistas y pudiendo llegar a algunos que no conocía, diseñé los bolsos, que están hechos de lienzo, y se los mandé a veinte artistas. Todos están bastante más cotizados que el precio de salida. Fue un poco complicado al principio, han sido tres años de trabajo y se ha hecho para la fundación Juegaterapia, que renueva espacios para niños en tratamientos oncológicos. Después de tres años parecía que todo se estaba cerrando para hacer la subasta en abril, pero llegó la pandemia y está todo muy parado. Todos los fondos irán para construir un jardín en el hospital Niño Jesús de Madrid. Estoy muy contenta porque todos los bolsos ya están y los artistas, de todas las partes del mundo, han querido estar involucrados.