Unas 300 personas se manifestaron ayer ante el Ayuntamiento de Daroca, en la plaza de España de la localidad, para exigir la inmediata adopción de medidas efectivas contra la pérdida de habitantes, en particular la aplicación de incentivos fiscales.

La concentración, convocada por la comarca y la corporación municipal, se realizó bajo una pancarta con el lema Daroca y su comarca se resisten, que se hallaba colgada de uno de los balcones de la casa consistorial.

«Pedimos que se mejoren las comunicaciones y que se contemplen ventajas tributarias que favorezcan a quienes viven aquí y a los que podrían instalarse», señaló Javier Lafuente, presidente del Campo de Daroca, una comarca que con 5.600 habitantes es una de las menos pobladas de Zaragoza, también una de las más envejecidas.

«No puede ser que, cuando a un estudiante le llega el momento de ir a la universidad toda la familia se vaya a vivir con él a Zaragoza», subrayó Lafuente, que criticó a la DGA por tratar con mayor generosidad presupuestaria a otras zonas del territorio de Aragón.

Según las cifras aportadas por los organizadores de la manifestación, la demarcación darocense ha perdido el 20% de su población en dos décadas, un fenómeno que, lejos de estancarse, se ha acentuado en los últimos años de este siglo.

El progresivo despoblamiento de Daroca es visible con solo pasear por su calle Mayor. «Desde hace unos años, casi todas las tiendas que había están cerradas», manifestó una vecina a Aragón Televisión.

Y si a la capital comarcal le ha ido mal, lo mismo ha sucedido a la mayoría de los pueblos, salvo aquellos que tienen algún tipo de atractivo turístico. El goteo de los que se van ha hecho que muchas localidades ni siquiera lleguen al centenar de vecinos.

Lafuente señaló que los incentivos fiscales deben extenderse también a las empresas, buscando la reducción de sus aportaciones a la Seguridad Social y rebajando otros gravámenes.

Daroca se halla a unos 15 kilómetros de la autovía Mudéjar (A-23), que quedó completada hace aproximadamente 10 años. Esa distancia, relativamente corta, ha hecho sin embargo que quede al margen del voluminoso tráfico de mercancías y viajeros que registra la vía de alta capacidad entre Levante y el Cantábrico por el valle del Ebro. Además, el ferrocarril tampoco pasa cerca. Lo hace por la meseta del Campo de Romanos, de forma que la comunicación entre Zaragoza y Teruel es más recta.

Una baza a favor de la villa es que se halla en la carretera que enlaza la antigua Nacional 330 y la A-23 con la A-2, donde se prometió construir un tramo de autovía que nunca llega aunque aseguraría a Daroca un papel clave en la intersección entre dos grandes rutas.

El centro penitenciario construido en la década de los años 90 del pasado siglo es un recurso económico de primer orden, pero la inmensa mayoría de sus trabajadores, como ocurre también con los funcionarios de otros servicios, van y vienen en el día desde Zaragoza. «Estas personas ganan su sueldo aquí pero lo gastan fuera, por eso pedimos que se facilite que puedan afincarse mediante algún tipo de ayuda fiscal», insistió Javier Lafuente.

Lo último que quieren los darocenses es que su pequeña villa amurallada se convierta en un pueblo fantasma, sin apenas habitantes y solo con cierta vida los fines de semana, con la llegada de turistas y antiguos vecinos emigrados a Zaragoza y Valencia.