La visita domiciliaria de una médica del centro de salud Univérsitas de la capital aragonesa se convirtió, en junio del 2018, en toda una pesadilla. La facultativa fue retenida durante casi una hora en la vivienda de su captor, José Antonio Melús Escosa, quien llegó a amordazarla antes de agredirla sexualmente. El procesado, que afronta una condena de 24 años de prisión, admitió ayer los hechos ante los magistrados de la Audiencia Provincial de Zaragoza, si bien alegó un trastorno disociativo para conseguir una pena muy inferior, en concreto, de tres años y un mes y medio de privación de libertad.

El encausado tan solo pidió perdón por lo ocurrido aquel 22 de junio del 2018 en su vivienda, situada en la calle Andrés Vicente, ya que aseguró tener lagunas de aquella mañana y que no podía dar ningún detalle.

Quien sí lo hizo fue la víctima, una médica de 60 años -se jubilan con 70- que desde aquel día ya no ha podido volver a su puesto de trabajo porque «tiene pánico» a compartir espacio cerrado con un paciente. Relató que José Antonio Melús Escosa llamó al consultorio sobre las 11.00 horas aquejado de sufrir vómitos y fiebre, por lo que pedía ser atendido. Al no ser una urgencia, la sanitaria decidió terminar de atender a sus pacientes y acudir a mediodía a la casa del encausado.

CUCHILLO

Nada más llegar, según la mujer, José Antonio Melús le abrió la puerta desnudo de cintura para arriba. Ella pasó al salón y mientras sacaba el fonendoscopio, el encausado esgrimió un cuchillo de 30 centímetros, mientras le daba una nota manuscrita en la que se podía leer un texto en el que él justificaba lo que estaba haciendo «porque estaban secuestrados sus familiares y tenía que hacerlo». El procesado mide 1,80 metros de altura y pesa unos 130 kilos, frente a su víctima, de 1,60 metros y 51 kilos.

Inmediatamente, según la víctima, la agarró, la tiró al sofá y ahí le ató con las manos con unas bridas y le tapó la boca con cinta americana. Primero puso un trozo en la boca y luego le rodeó toda la cabeza para inmovilizar la mandíbula. Fue una de las veces que esta médico pensó que iba a ser asesinada.

Sin posibilidad de defenderse, fue trasladada a una habitación en la que había un colchón sobre el suelo. Ahí, José Antonio Melús se desnudó por completo y se tiró encima de ella mientras manoseaba sus pechos que había descubierto. Para evitar que le viera, él le puso un cojín sobre la cara que pudo haberla asfixiado. Ante ello, la facultativa sacó fuerza de dónde creía que no tenía y pudo quitarse una brida para, inmediatamente, pellizarle un pezón a su agresor, consiguiendo que este parara. Trató de escapar, pero no pudo.

En ese momento, tal y como relató la víctima, le pidió ir al baño porque necesitaba orinar. Él aceptó con la condición de tener la puerta abierta para verla. Era una estrategia para saber dónde estaba la puerta de la casa e intentar huir. Ante la reacción de su secuestrador, trató de desviar la atención, primero hablándole de que se le había roto el reloj en el forcejeo, y luego proponiéndole tomar un café juntos. Sorprendentemente él aceptó y, mientras se estaba atando los cordones del zapato, ella consiguió huir. Un vecino del segundo piso fue quien la refugió en casa.

PSIQUIATRÍA

En el historial clínico no había registro alguno sobre que el encausado sufriera un trastorno mental, circunstancia que certificó la forense del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), quien aseguró que sus capacidades volitivas y cognitivas no estaban alteradas cuando cometió los hechos.

Una realidad que difiere de los informes de los psiquiatras presentados por el abogado defensor, Enrique Trebolle. Estos especialistas aseguraron que, aunque no presenta cuadros psicóticos, sí sufre un trastorno disociativo que «le hace romper con la realidad y con su propia identidad». Lo valoraron de medio-grave.

Una circunstancia que para el penalista zaragozano «es relevante» de cara a aplicar una eximente incompleta en los delitos de atentado, lesiones, agresión sexual y detención ilegal que reconocen como realizados. «Su conducta fue extravagante, no es de una personal normal que primero agredas sexualmente y luego aceptes tomar café con la víctima a las 14.00 horas cuando puede denunciarte», destacó Trebolle. Frente a su posición estuvieron la abogada de la víctima, Margarita Lapeña Aguirregomezcorta, que pidió 24 años de cárcel o los 17 y 14 años solicitados por la abogada de la DGA, María Cremades y por el fiscal José Luis Hedo. El tribunal decidirá.