Han pasado seis años de la muerte de Pilar Cebrián y su hijo Antonio Losilla vive día a día con la espina clavada de no saber el lugar en el que su padre se deshizo del cadáver descuartizado de su madre. La aprobación por parte del Consejo de Ministros del anteproyecto de ley de prisión permanente revisable en casos en los que el asesino intenta ocultar el cuerpo es para él «una esperanza» de cara a que otras familias no sufran casos como el suyo.

En declaraciones a EL PERIÓDICO, este joven resalta «el efecto disuasorio de que se establezca una pena de estas características». «Si a mi padre, cuando hizo lo que hizo, le hubieran dicho que no iba pisar la calle en su vida la situación podría haber sido muy diferente», apunta.

Ahora la realidad es la que es y admite que duda mucho que un día su progenitor revele el paradero de su madre. De hecho, señala que dejó de ir a visitar a Losilla Longares al centro penitenciario de Zuera puesto que «siempre repetía las mismas excusas». «Se aprendió su propia mentira y se la ha llegado a creer, por lo que decidí dejar de ir», recalca, mientras destaca la labor que hizo el Grupo de Homicidios no solo por intentar hallar el cuerpo, probando técnicas nuevas en aquel momento como la P-300 (máquina de la verdad), sino también en el esclarecimiento del crimen «porque no tenían nada». De hecho lo compara con el asesinato y posterior descuartizamiento de la joven Vanesa Barrado en Cadrete, del que, en su opinión, «fue más fácil investigar, ya que tenían hasta un cadáver, muy diferente a lo de mi madre».

DEBATE INTERNO

Losilla Cebrián reconoce tener un debate interno entre si su padre tiene que cumplir la totalidad de la pena de 16 años de prisión que le impuso el Tribunal Supremo o si, por su buen comportamiento, disfrutará pronto del tercer grado y de las contadas salidas al exterior. «Muchas veces pienso en que el día que vuelva a pisar la calle intentará ir al lugar en el que escondió el cuerpo de mi madre, espero que ese día la Policía le siga y que, al menos, podamos enterrarla», asevera.

Frente a esta opción, Losilla Cebrián destaca que la prisión permanente revisable debería ser retroactiva. «Si un caso no se considera cerrado hasta que no pasan 25 años, por qué esto no se le puede aplicar a personas como mi padre o a otros delincuentes que ya cumplen pena, se pregunta, mientras resalta que «el tema penal no es como una cuestión fiscal». Este joven también apunta a que, por su experiencia, la cárcel «no rehabilita, sino que embrutece».

Es por ello que valora muy positivamente la prisión permanente revisable no solo en casos tan cercanos como el suyo, sino también para violadores en serie, por ejemplo. «No entiendo qué valores tienen los partidos políticos que se oponen a este tipo de pena, no han sentido algo como lo que me ha pasado a mí», lamenta, a la vez que señala «cómo van a explicar que no se aplique algo así al Chicle, el que acabó con la vida de Diana Quer, y vuelva a hacerlo».

Losilla Cebrián aprovecha para criticar el cierto buenismo que, en su opinión, impera «en determinados sectores políticos populistas» puesto que «hay delincuentes que parece que actúan no porque son así, sino por culpa de la sociedad. Si se prueba que no son inocentes deben cumplir la condena impuesta en su totalidad porque eso de que la sentencia marque 200 años y a los 20 salgan de la cárcel no me entra en mi cabeza».

El anteproyecto de ley del Gobierno contempla este tipo de prisión a secuestros que acaban con la muerte del rehén o los que atentan consta infraestructuras clave.