Jonathan Witmar Berreondo trató inicialmente echar balones fuera sobre el macabro hallazgo, el pasado diciembre, de un cadáver embutido dentro de una maleta en su vivienda de la calle Vía Verde del zaragozano barrio Oliver. Ofreció varias versiones hasta que acabó desmoronándose y confesando los hechos ante el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón.

Según pudo saber EL PERIÓDICO, este joven de 26 años prófugo de la Justicia guatemalteca pidió al agente que estaba tomando nota de su declaración que apuntara que «lo que realmente había ocurrido» fue que la víctima, al que identifica como Mario (que no se corresponde con su verdadero nombre), le «ofreció mantener relaciones sexuales, si bien se negó». «Cuando me encontraba en mi dormitorio, Mario entró y me forzó a tener relaciones, reviviendo los abusos sexuales que había sufrido por mi tío abuelo durante la infancia», apuntó.

Fue en ese momento cuando, según él, para defenderse intentó quitarse de encima a este hombre «empujándole fuera de la cama, notando como se golpeaba en la esquina de la mesilla de noche».

«Le golpeé en la cabeza contra la mesilla, teniendo la sensación de que lo estaba matando por dentro», describió, mientras explicó que también le dio una patada en la cabeza y que se marchó de la habitación dejando ahí a la víctima. «Luego volví y vi que había fallecido, así que decidí deshacerme del cuerpo, así como de la mesilla que tiró al basurero», apostilló.

Unas explicaciones que no se ajustarían al informe forense en el que se destaca que el arma empleada pudo haber sido un martillo saca clavos. Una herramienta adquirida por Jonathan Witmar Berreondo, tal y como constan en las facturas analizadas por los investigadores, y que permanece en paradero desconocido.

El procesado, de 26 años, permanece en el centro penitenciario de Zuera en prisión provisional.