La captación de fondos se está convirtiendo cada vez más en un negocio que perjudica directamente a la imagen de las oenegés. En Aragón son varias las que subcontratan empresas para que gestionen los convenios con los trabajadores que salen a la calle a convencer a los ciudadanos para abonarse a sus instituciones.

Estas intermediarias suponen un problema para la calidad de las condiciones del trabajador así como en el trato a los abonados. Desde estas empresas se vende una oportunidad de trabajo con un sueldo fijo y con grandes incentivos que acaba beneficiando siempre a las empresas, ya que la mayoría de las veces terminan por ahorrarse las comisiones de los captadores.

Esto no siempre ocurre pero, como explican algunos de estos trabajadores "el problema es que después de que hacemos nuestra labor y conseguimos el socio, luego hay una llamada telefónica para reconfirmarlo. Si el abonado se lo piensa mejor y decide no continuar, nosotros no cobramos a pesar de que nuestro trabajo lo hicimos bien".

Así, la lotería para que un captador de calle cobre un incentivo se convierte en una cadena por la que pasa no solo el propio trabajador, sino también un telefonista y después el banco. Si el socio se da de baja el primer mes, a pesar de haber pagado la cuota, el captador no cobrará los incentivos.

"Lo que les interesa es que los socios den mucho dinero, no tener a uno que aporte 6 euros al mes, y les seguirán llamando hasta que suelten más. Además, nos retienen durante un mes --las subcontratas-- el 25% de las comisiones por si algún socio no decide continuar. Este es el negocio", explica otro trabajador.