Es de día. No importa. La música se convierte en tirano domador de las decenas de cabezas que, ensimismadas, bailan techno dentro del bar. Pocas conversaciones. Poca luz. El calor es sofocante. Un calor que ahoga, que te introduce en un mar donde la cocaína, el speed , el éxtasis y el hachís se apoderan de quienes prolongan la fiesta del sábado hasta bien entrada la tarde del domingo. EL PERIODICO DE ARAGON presencia el ambiente durante una redada policial efectuada el pasado fin de semana en Zaragoza.

La demanda se dispara a primera hora de la mañana, justo cuando la calidad de la droga disminuye y aumenta su precio. Es el momento de los after hours , los locales que siguen abiertos mientras la ciudad se despereza. El Cuerpo Nacional de Policía ha intensificado los controles en las zonas donde se ubican estos establecimientos ante la creciente alarma social generada entre los vecinos, que ven cómo en plena calle se consumen algunas de estas sustancias y se trafica con ellas a pequeña a escala. La calle Fita, la plaza Santo Domingo o la calle Predicadores se han convertido en constante objeto de la vigilancia policial.

08.00 : Acción

Es la hora. Una decena de agentes del Grupo de Investigación de la comisaría Centro se despliega en los alrededores de la calle Fita. Todos visten de paisano. Objetivo: localizar a algunos de los traficantes que actúan en una de las calles con más after hours de Zaragoza.

La forma de operar del dispositivo es sencilla, pero efectiva: unos pocos agentes se dedican a observar y a transmitir por radio las matrículas de los vehículos cuyos dueños realizan alguna venta. Y cuando los presuntos delincuentes se marchan de la zona, llega la detención. "No podemos parar a la gente en la misma calle donde están los locales, porque todo el mundo detectaría nuestra presencia y se iría al traste el dispositivo", explica un policía.

El trabajo, tal y como reconocen los propios efectivos, es "complicado", ya que no siempre es posible constatar todos los movimientos de una venta sin levantar sospechas.

"La suerte también influye, porque algunos días ves muchísima actividad y otros resulta imposible", comenta uno de ellos. Además, agosto es un mes relativamente flojo, porque gran parte de los camellos de la capital aragonesa se traslada a la costa, donde está la demanda.

08.45 : Movimiento

Hora de desayunar . Primeros movimientos, primeras rayas. Dos jóvenes de unos 30 años salen de uno de los after hours y se dirigen hacia un Hyundai plateado. Uno de ellos, con camisa blanca, mira a su alrededor para asegurarse de que no hay policías cerca y entra en el coche. El cansancio no hace mella en su cara. Se muestra sociable y muy alegre, aunque su mandíbula permanece rígida como la de una momia. El otro, con pantalones negros y camiseta roja, espera fuera. Unas filas , de speed o cocaína, y... ¡A seguir la fiesta!

El joven de camisa blanca no parece satisfecho. Y recibe en su coche la visita de una chica morena que quiere lo mismo que su predecesor. Más rayas, más juerga.

Ahora toca quemar energías bailando, que no calorías, porque hace horas que ninguno de ellos prueba bocado. Ese es uno de los efectos inmediatos de las drogas de diseño: el apetito, al igual que el sueño, desaparece por completo. "No le hemos visto vender. Hay que ser pacientes. Llegará el momento de movilizarse", analiza un policía.

09.00 : Desorientación

Primer pase en coche de la Policía Local. Un minuto después, un Seat Córdoba se detiene entre doctor Cerrada y la calle Fita. Sus ocupantes, tres chicos y una chica, salen del vehículo. La muchacha suspira aliviada. Cada uno se mueve en una dirección, como si no supieran qué demonios quieren hacer.

Uno apoya la cabeza en la pared, mientras otro se muestra más práctico . "¿Tienes tabaco para un porro?", pregunta a uno de sus amigos mientras manosea un papel de liar con un tembleque en el cuerpo que bien parece el baile de San Vito. "No, sólo caldo", responde el otro.

Justo cuando la Policía Local realiza el segundo pase por la calle, todos entran en uno de los after . Ante la escasa acción que se ve, varios agentes se dirigen hacia la plaza Santo Domingo. La vigilancia por esta zona también dará sus frutos: una denuncia por tenencia de hachís y otras dos por posesión de cocaína.

Picor de nariz intenso. Falso resfriado. Tres jóvenes permanecen encerrados en su coche y, en dos minutos, esnifan dos rayas. Hablan entre ellos mientras mueven ligeramente sus cabezas al ritmo de la música que suena en el coche. Se muestran alterados. A escasos metros, una chica rubia se acicala en un Seat Ibiza amarillo. Primero, por supuesto, una fila . Y luego cepilla con mimo su pelo durante varios minutos. El resultado salta a la vista. Cuando sale del coche, se coloca bien su minifalda negra con volantes, estira los tirantes de su camiseta también negra y, con estilo de pasarela, camina hacia el bar. Sin embargo, su cara no es precisamente el espejo de la elegancia. Ojos como faros y tez pálida. La droga ayuda a aguantar, pero no logra esconder el castigo corporal.

Aunque llevan conviviendo con esta realidad cada fin de semana desde hace varios años, los vecinos que bajan a comprar el pan y el periódico apenas miran a los jóvenes. Ya no hay curiosidad, tan sólo malestar e indignación. "Este problema está ocasionando muchas quejas entre los vecinos. Estamos haciendo todo lo que podemos para erradicarlo", señala uno de los agentes.

10.20 : Venta ilegal

Comienza la acción. Dos jóvenes con la cabeza rapada, camiseta de tirantes y pantalones vaqueros ajustados llegan a la calle Fita en un MG azul. Con ellos viaja una chica. Se bajan del coche. Uno orina junto a las vallas de unas obras. Se hace un porro en plena calle y llama por su teléfono móvil. "Aquí puede haber algo", afirma un policía. Entre tanto, otro joven entra en la calle Fita en dirección contraria con una motocicleta de trial. La Policía Local pasa de nuevo, pero todo está en orden cuando llegan los efectivos. Da la sensación de que los asiduos a los after hours tienen una bola de cristal para averiguar cuándo se acercan los agentes. Treinta minutos más tarde, un Wolkswagen Golf rojo con tres jóvenes en su interior de algo más de veinte años se detiene junto al MG. Los ocupantes saludan a los dos rapados con un choque de manos. Uno de ellos entrega un pequeño fajo de billetes al joven rapado más corpulento, quien entra en su coche para contarlos.

"¿Lo has visto?", pregunta un policía por radio a otro compañero. "Afirmativo. Parece que se van al bar a tomar algo", responde el otro agente. En efecto, el rapado que ha recibido el dinero y los otros tres entran en un local.

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