El modus operandi de Pedro Rodríguez era tosco pero eficaz. Cuando un cliente engañado le encargaba un cachorro de perro, le pedía que ingresara el dinero por adelantado en una cuenta a su nombre y la aseguraba que, tan pronto como él cobrara, recibiría al animal en su casa. Pero los días pasaban y el animal, cuyo importe ya estaba abonado, nunca llegaba al domicilio de su comprador. Con este sistema, Rodríguez estafó a numerosas personas. Al final, la acumulación de irregularidades disparó la señal de alarma.