Durante muchos años fue el secreto mejor escondido de Aragón. Cerrada por las obras eternas de una compleja restauración, la catedral de Tarazona se mostraba cubierta de lonas y andamios. Pero desde hace unos años, completamente recuperada, vuelve a mostrar a los turiasonenses y visitantes su arquitectura mudéjar y sus secretos constructivos.

El templo de Santa María que ocupa el corazón de Tarazona se inició en el siglo XIII y su factura es gótica, pero con el paso del tiempo se transformó con construcciones y restauraciones mudéjares que cambiarían su aspecto exterior. De este modo ha llegado a convertirse en uno de los mayores exponentes de este arte en Aragón, según indican en la guía Arte en la provincia de Zaragoza editada por la Diputación Provincial (DPZ). La torre mudéjar se alza por encima de la torre gótica con una escalera de caracol.

El claustro de la catedral de Tarazona es uno de los más peculiares y bellos de la Península. Ofrece paz y tranquilidad, pero en su atmósfera aún se pueden respirar las intrigas de las que fue testigo. Según el servicio de cultura de la DPZ, "el arquitecto Ali Pex ideó una trama de ladrillo formada en cada galería por cinco arcadas ojivales separadas por contrafuertes ornamentados al estilo mudéjar y acabados en pináculos". En su casi siempre refrescante espacio, las celosías permiten que el viajero descubra conmovido la idea básica de la estética islámica: la perdurabilidad de lo divino frente a la multiplicidad y transitoriedad de lo terrenal, representado aquí por los cambiantes juegos de luces y sombras generados por la luz al atravesar las celosías y posarse en las paredes y el suelo del claustro.

Dinamización turística

La visita a la catedral de Tarazona se completa con un centro de interpretación de la larga restauración a la que se ha visto sometido todo el conjunto después de que unas grietas en el cimborrio y los desprendimientos de varias piezas y decoraciones dispararan las alarmas a principios de los 80. En 1984 se cerró la nave central y solo la capilla de San Andrés se mantuvo abierta al culto, mientras los turiasonenses veían cómo poco a poco se iban apuntalando las pilastras y el cimborrio y la luz de su templo se apagaba durante décadas.

Durante el recorrido se pueden descubrir los distintos materiales que se han usado durante la restauración y comprender el titánico trabajo de rehabilitación que se ha emprendido. Contrafuertes renovados, cimientos apuntalados, piedras cosidas. Un trabajo de precisión quirúrgica (dan fe los planos que se pueden apreciar) llevado a cabo por los arquitectos Fernando y José Ignacio Aguerri, lo que les ha merecido un gran número de reconocimientos y galardones, entre ellos los de ser considerados Aragoneses del Año en el 2012.

Con la recuperación de esta catedral el turismo en la zona se ha dinamizado de forma considerable y Tarazona se ha convertido en uno de los destinos predilectos para el turismo cultural aragonés. Hoteles, restaurantes y servicios vivien una segunda vida gracias a esta joya que sorprende a los visitantes por su sencillez y belleza. Desde la inauguración, en la que participaron los Príncipes de Asturias en el 2012, el aumento de los visitantes se ha contabilizado en un 100%. Para seguir manteniendo el número de visitantes o incluso aumentarlo, la Fundación Tarazona Monumental, integrada por el Gobierno de Aragón, DPZ, obispado y otras instituciones continúan con la promoción turística y cultural de la ciudad a través de la restauración y divulgación de su patrimonio.

Pero este no es el único referente arquitectónico de una ciudad sinuosa y evocadora. Todos sus rincones tienen mucho interés, con palacios e iglesias repartidos por las calles del casco histórico, así como el barrio judío, del que se ha hecho una interesante restauración. Pero, más allá de la ciudad del Queiles, mirando a la comarca, es imprescindible visitar el monasterio de Veruela, el parque Natural de Moncayo, el castillo de Trasmoz, las cuevas de Añón, el pozo de los Aines en Grisel, el embalse del Val en Los Fayos, entre otros muchos referentes que esperan ser descubiertos por el visitante.