El 14 de marzo del 2020, hace ahora un año, las bolsas anticipaban la tragedia que estaba por llegar. Ese día, el Ibex 35 se desplomaba un 14% y convertía el 2020 en un año fatídico del que todavía nadie se ha sobrepuesto. Fue a partir de entonces cuando empezaron a llenarse las ucis de pacientes con covid-19, un virus desconocido hasta el momento. Y el lema La bolsa o la vida cobró más sentido que nunca.

El estado de alarma apagó las luces de la economía mundial y esa parálisis echó por tierra el esfuerzo realizado durante la anterior crisis para recuperar gran parte del terreno perdido. Los brotes verdes, que comenzaron a vislumbrarse en el 2014, marcaron un punto de inflexión tras los duros años de la gran recesión del 2009. Sin embargo, esa crisis ya había abierto una grieta insalvable entre los ciudadanos. A partir de entonces hubo quienes cayeron en el abismo mientras otros pasaban de puntillas por un crack económico sin precedentes como si la película no fuera con ellos. Esa distorsión, no obstante, comenzó a corregirse parcialmente en el último sexenio, pero el covid ha cronificado esa desigualdad y la ha hecho más evidente.

El virus ha partido en dos a la sociedad. Mientras algunos aragoneses intentan sobrevivir al día a día, otros se mantienen cómodamente en la clase media y alta. Pero, tristemente, son cada vez más los que se ven abocados, sin remedio, a engrosar las listas del paro o a formar parte de las colas del hambre. Esos desequilibrios, que comenzaron a perfilarse a partir del 2008, se han consagrado definitivamente con el coronavirus, un tsunami que ha dibujado una sociedad a dos o tres velocidades. Y todo ello viene a certificar que en cualquier tiempo pasado la palabra igualdad tuvo más sentido que ahora.

Los colectivos peor parados

Las mujeres y los jóvenes son los grandes perdedores del primer año del estado de alarma. Porque dos de cada tres nuevos parados son paradas en Aragón y porque el 35% de los jóvenes menores de 35 años no tiene trabajo (el 45% en el caso de las mujeres). La brecha de género y la brecha generacional van de la mano en esta crisis. También la brecha digital ha dejado de lado a una buena parte de los ciudadanos, sobre todo los de más edad y los que se localizan en el medio rural. Por ello, el Ejecutivo de Lambán deberá tomar buena nota para que esas diferencias desaparezcan o al menos se corrijan durante los próximos años.

Porque las heridas no han curado y siguen muy abiertas. Los planes Remonta, las líneas de liquidez para autónomos y pymes, las ayudas al sector del turismo y la hostelería (27,7 millones, de los que 11 millones son ayudas directas), el bono social térmico, el apoyo a la adquisición de vivienda para los más afectados por el covid (3,8 millones), las ayudas al sector del transporte (9,5 millones) y, sobre todo, la aprobación de los presupuestos más expansivos de la historia solo han sido suficientes, en algunos casos, para frenar la sangría. Y no es poco a tenor de la maltrecha situación que atraviesan las arcas de la administración autonómica a la espera de que lleguen los fondos europeos y se ejecuten las ayudas del Gobierno español.

El duro golpe que ha provocado la pandemia en el tejido productivo se salda en el primer año con el cierre de casi 1.500 empresas en Aragón. Además, hay más de 11.165 autónomos con ayudas por cese de actividad o reducción de ingresos superior al 75%. Indudablemente, los otros grandes perdedores de esta crisis son las pymes y más concretamente el sector de la hostelería, el turismo y el comercio. Los cierres perimetrales, los confinamientos domiciliarios y las medidas de reducción de aforos han hecho mella en unos negocios que tardarán en recuperar la normalidad. La facturación de la hostelería cayó el 50% en el último año pasando de los 2.200 millones a 1.100 millones. La pérdida de beneficios supera los 160 millones.

Salida en forma de 'K'

Aunque el impacto económico del covid en Aragón todavía está por definir, la herida es profunda. La salida de la crisis no será en ‘V’ como vaticinaban los expertos al comienzo de la pandemia. Ni en ‘W’. La salida de la crisis será, irremediablemente, en ‘K’. Es decir, habrá una parte de los aragoneses que apenas notarán el impacto del covid y otros intentarán trampear una recesión que se llevará por delante a los más vulnerables, a los más precarizados.

Un ejemplo. Durante el segundo trimestre del año, cuando la crisis arreciaba y el primer estado de alarma dejó las calles vacías, las familias aragonesas ahorraron 2.749 millones de euros. Ese gasto retenido sigue ahí y ha crecido con el paso de los trimestres hasta completar un año de caos en la economía y de números rojos en el consumo privado. Ese dinero no llegó ni a los restaurantes, ni a los comercios, ni a los bares, ni a los hoteles... Sencillamente no llegó, y obligó a poner en marcha los expedientes de regulación temporal de empleo (erte), un mecanismo de protección que ha salvado a muchos hogares pero que también ha lastrado las huchas de miles de economías domésticas. Estos erte, que afectan aún a más de 18.600 aragoneses, han propiciado la caída de los salarios por encima del 4% en la comunidad.

El covid no solo paralizó la actividad durante varias semanas como consecuencia de la aplicación del estado de alarma sino que elevó el absentismo laboral. La Seguridad Social ha tramitado en Aragón 122.153 prestaciones por incapacidad temporal por el virus desde que hace un año el Consejo de Ministros aprobase una mejora de la protección de las personas contagiadas y aisladas por esta enfermedad.

Todo ello refleja el impacto de la pandemia en la actividad económica cuya cifra más visible es el hundimiento de la economía aragonesa en un 9,5% durante el último ejercicio, la mayor caída de la historia. Las últimas estimaciones del Ejecutivo aragonés señalan que la riqueza no regresará a niveles precovid en la comunidad hasta el 2022. Además, hoy, un año después de la llegada del virus, Aragón supera los 87.000 desempleados, es decir, 20.000 más que en marzo del 2020. En solo 12 meses, el desempleo repuntó el 30% en la comunidad, con las provincias de Teruel y de Huesca como los farolillos rojos de toda España. Cada día del año del coronavirus, Aragón sumó 55 parados. Y los números tienen su reflejo en cada rincón de los pueblos y ciudades de la comunidad.

En este punto, la economía aragonesa suspira por dos cosas: el avance de la vacunación y el fin del covid-19, y la llegada de los fondos europeos.

La ayuda europea

La comunidad autónoma ya cuenta con 160 proyectos empresariales que podrían optar a los fondos europeos para la recuperación. De ellos, 89 han sido trasladados por la patronal CEOE, que se cuantifican en más de 933 millones de euros. A ellos hay que sumar otros 71, valorados en más de 7.322 millones.

Estas ayudas son una de las grandes esperanzas del tejido productivo aragonés y de la administración autonómica. El acierto y la capacidad de gestión de esos fondos será determinante para salir antes de la crisis. Pero también para que la recuperación se filtre a todas las capas de la sociedad. Y para que, pasados unos años, se pueda decir que no existe una sociedad a varias velocidades.