El acuartelamiento Sancho Ramírez acogerá en el futuro, según los planes de Defensa, el cuartel general operativo de las dos divisiones con que cuenta el Ejército de Tierra, la Castillejos, cuya cúspide organizativa se está trasladando este año desde Madrid a Huesca, y la San Marcial, con base actualmente en Burgos. Eso supondrá que el nuevo mando tendrá bajo sus órdenes a 18.000 soldados, frente a los 12.000 actuales, repartidos en seis brigadas distribuidas por todo el territorio nacional.

«El de Huesca será el cuartel general de división desplegable por excelencia del Ejército de Tierra», asegura el máximo responsable de la División Castillejos, el general Fernando García González-Valerio, que dirige las cuatro brigadas que forman la unidad en su composición actual.

El general de división, nacido en Barbastro en 1959, se ha mudado a finales de junio al Sancho Ramírez, coincidiendo con el fin de la primera fase del traslado del cuartel general desde su anterior ubicación en la zona de Campamento, en la capital de España.

Según González-Valerio, que ayer organizó una visita al cuartel oscense para que los medios de comunicación conocieran los progresos en el proceso de instalación, «todo se está haciendo dentro de plazo». «Y la previsión es que a final de año, tal y como estaba previsto, la totalidad de la unidad esté ya instalada aquí», subraya.

En la actualidad, el enorme acuartelamiento (se extiende por 18 hectáreas) ya acoge a 150 militares del total de 750 con que contará cuando acabe la mudanza. Pero todavía queda por hacer, pues el confinamiento, tal y como explicó el general de división, ha ralentizado el cambio de sede, en particular en lo que se refiere a los procesos de adjudicación de servicios dentro de la instalación castrense.

También ha acumulado «algo de retraso» la construcción de pabellones y unos tinglados para el estacionamiento de los vehículos tácticos, ubicados, junto a los nuevos talleres y la gasolinera, en una explanada contigua al cuartel.

Por otro lado, según el responsable de la División Castillejos, se espera que la guardería y centro de educación infantil que se está levantando en el complejo esté en funcionamiento a principios del 2021. Asimismo, todavía no se han resuelto los servicios de cocina, peluquería y biblioteca.

Ahora, tras aposentarse en el Sancho Ramírez el cuartel general de la división y el batallón que tiene asignado, así como la unidad de servicios y el centro de comunicaciones, empezará la segunda fase del traslado, en la que llegará el grueso de la unidad con la incorporación del Batallón de Transmisiones II/1. Fuentes castrenses señalaron ayer que la mudanza habrá concluido a finales del 2020, si bien se está intentando adelantar la incorporación de personal, con el fin de que antes de noviembre se encuentre en el Sancho Ramírez la totalidad de la plantilla.

Un giro de 180 grados

El personal está formado, «en un porcentaje importante», por voluntarios, tanto originarios de Aragón como de otras comunidades. Habrá traslados de carácter temporal y se realizarán convocatorias para cubrir las plazas que queden vacantes.

Con todos estos cambios, la División Castillejos reforzará su papel como la unidad expedicionaria de mayor capacidad de despliegue de España. En estos momentos, sus soldados están presentes en misiones en Líbano y Malta, dado que la capacidad de proyección al exterior, en situaciones de conflicto o de apoyo a la paz, constituye una de sus principales señas de identidad.

Para la ciudad de Huesca, la progresiva instalación de la División Castillejos supone recuperarse con creces del fuerte impacto negativo que tuvo el cierre del cuartel Sancho Ramírez en marzo del 2017, con la salida de los últimos integrantes de la unidad de apoyo logístico que habían ocupado esa instalación.

Este giro de 180 grados, que supuso pasar de cuartel abandonado a complejo reabierto, se materializó en el 2019, cuando el Estado Mayor del Ejército ordenó el traslado a la ciudad oscense del acuartelamiento Teniente Muñoz Castellanos, situado hasta ahora en Madrid.

Los oscenses creen que la nueva unidad militar dará más vida a la ciudad

La llegada de los nuevos inquilinos del cuartel Sancho Ramírez y de todos sus medios técnicos no ha pasado inadvertida en Huesca, y menos en el barrio del Perpetuo Socorro, donde se halla la instalación. No en vano, la operación ha requerido 130 movimientos de contenedores traídos desde Madrid y otros tantos de vuelta, lo que ha supuesto la movilización de un complejo convoy de camiones, carretillas, depósitos y estibadores.

Entre los vecinos, la opinión general es que los 750 militares del complejo castrense «darán vida a la zona y a toda la ciudad». Así lo expresa Raúl Salguero mientras se toma una caña en la terraza el bar restaurante O’lagar, situado en las inmediaciones del cuartel.

Este residente recuerda los tiempos en que Huesca acogía a un importante número de soldados, repartidos en dos cuarteles, el Sancho Ramírez y el Alfonso I, que fueron cerrando. «Había locales, como el bar París, que se ponían a tope de militares», explica. Sentado junto a él, Guillermo considera que el «impacto de la llegada de soldados será positivo en muchos aspectos».

«Esto aumentará la economía y moverá todo un poco», opina José Antonio, que toma una consumición en la barra del local. Su dueño, Benjamín, se marchó de Pontevedra hace 52 años y se instaló en Huesca. «El efecto del cuartel se está notando ya y para nosotros es algo de mucha ayuda, fenomenal», subraya el hostelero entre servicio y servicio. Pero cree que el impulso quizá pierda intensidad «dentro de un año, cuando todos estén situados en sus casas y con sus familias».

Santiago es un operario de la empresa Man Fulla, de Lérida, que instala grifos de cerveza de Estrella Galicia. Y cree que los militares generarán mucha demanda. «Nosotros hemos instalado los grifos en el cuartel de Talarn, en el Prepirineo leridano, porque allí donde hay una tropa numerosa es lógico que haya consumo», explica. «En Huesca, la llegada de más de 700 soldados dará un empujón a la ciudad», comenta.