Lo que hacen con los críos no lo sé, pero algo está pasando y hay que denunciarlo cueste lo que cueste", afirma la aragonesa sor Juliana, una de las cuatro religiosas españolas amenazas de muerte por denunciar el asesinato de niños en Mozambique para traficar con sus órganos. Junto a su hermana de sangre Palmira Calvo, de 67 años, la extremeña Carmen Martín (54) y la madrileña Ana González (70), esta congregación ha relatado a El Mundo las pruebas concluyentes sobre el caso, señalando con el dedo a los culpables.I

Mientras el periodista enviado especial del diario ha comprobado el ambiente de presión en el que viven a diario estas Siervas de María, la embajada española en Mozambique negó la pasada semana que las monjas corran ningún peligro. A pesar de que su denuncia ha llegado a la Procuraduría General del país.

Sor Juliana es la superiora del convento-orfanato Matter Dei, localizado en la tercera ciudad de Mozambique, Nampula, y donde vivien 30 monjas locales y más de 60 niños huérfanos. "Aquí la gente es muy ingenua. Con cualquier cosa te llevas un chiquillo de la calle, porque no están tan maleados como en Occidente. Y se aprovechan de ello", afirma esta misionera. De hecho, la desaparición de los niños siempre está ligada con algún tipo de engaño a los menores.

"Conocemos varias casas de blancos potentados que han sido identificadas por varios niños como sospechosas, porque todos los que entran no salen. Y todas las noches oímos despegar y aterrizar avionetas de madrugada. Estoy segura de que este hombre que tenemos como vecino es el responsable", afirma tajante y valientemente sor Juliana.

En el último año y medio, 50 familias han denunciado la desaparición de sus hijos, de entre 12 a 15 años. Pero, tal y como recogía este diario ayer, las hermanas echan en falta a otro medio centenar de menimos da rua o niños de la calle.

LOS CULPABLES Las monjas achacan la situación que viven a la llegada, a mediados del 2001, de un matrimonio blanco que compró al Gobierno una finca de 300 hectáreas. El ciudadano de Zimbabue, de origen irlandés, Gary OIConnor, y su esposa danesa Tania Skytte se convirtieron en vecinos del convento.

La aparición de cadáveres de jóvenes y niños vaciados y sin ojos comenzó a ser constante. Aunque las hermanas admiten que fue un hecho el que confirmó toda sospecha: la llegada, por error, a la misión de un joven preguntando por el blanco que compraba al niño que los acompañaba por 3.000 euros.

Pero las denuncias prosiguen. Por ejemplo, el de una niña de 12 años que pudo escapar de sus secuestradores, en estado de shock , y llegó al convento. O el del pequeño Mussa, también de 12 años, que relata cómo le invitaron a merendar y le entró un sueño muy pesado que le duró los doce días que permaneció secuestrado en una casa de la que pudo huir.

En paralelo a estas denuncias, en Nampula se ha multiplicado la presencia de población blanca en los últimos meses. Y los residentes observan con sorpresa cómo son cada vez más las casas y coches de lujo en la ciudad.

La embajada española en el país insiste en negar que exista cualquier peligro sobre la congregación. Pero los familiares de las dos aragonesas están intranquilos y nerviosos, y aseguran que sí corren peligro, más aún con las pruebas que aportan del tráfico ilegal.