Su rutina no ha cambiado, pero sí las circunstancias. Numerosos vecinos de la Franja tienen que seguir cruzando cada día, pese a la situación de rebrotes en la zona, el límite que separa Aragón y Cataluña, o viceversa. Lo hacen por motivos de trabajo o por citas sanitarias en el hospital Arnau de Vilanova que no pueden esperar. No se sienten de comunidades diferentes porque se consideran «hermanados» tras tantos años de intercambio social, económico y cultural.

Precisamente por esta situación muchos no entienden que las comarcas aragonesas estén en la fase 2 y al Segriá lo hayan trasladado a una situación de fase 0. «La interacción entre las dos provincias es brutal y ambos atravesamos la misma problemática de rebrotes, movimiento de temporeros y demás. Deberíamos estar todos en la misma fase», señala a este diario Víctor Romera, propietario de una empresa de taxis que traslada a pacientes de diálisis y radioterapia al hospital de Lérida. «Hemos doblado turnos porque volvemos a la situación de llevar solo una persona por vehículo, hacemos una desinfección muy intensa y la mascarilla no nos la quitamos para nada», añade.

Estos días, debido a los controles en la frontera, se ha llegado a tardar hasta dos horas en recorrer una distancia de solo unos 14 kilómetros en la zona. Porque si algo se ha vuelto cotidiano de nuevo es la vigilancia a los movimientos innecesarios, ya que se exige documentación para poder cambiar de comunidad. «Los políticos deberían ponerse de acuerdo e ir todos a una. Parece que la culpa solo es de los ciudadanos, pero todos sabíamos lo que iba a pasar con la llegada de la recogida de fruta y el movimiento en ambas zonas es similar», reitera Romera.

Uno de los pacientes aragoneses que cada día viaja al hospital de Lérida es Jesús Montull, que está recibiendo actualmente tratamiento debido a un cáncer de garganta. «Ahora vengo de allí y sin ningún problema. Me han parado, he enseñado la documentación y he seguido adelante. Es cierto que hay mucho control y paran a todos, pero por lo demás yo no siento más miedo por ir allí», cuenta este vecino de Mequinenza. Montull explicó que en el Arnau de Vilanova está «todo muy preparado», con circuitos determinados y medidas de prevención como el lavado de manos con gel y la mascarilla.

Hasta 25 controles

En el caso de Jordi Morenilla, locutor en Radio Fraga desde hace 15 años, cada día, de lunes a viernes, sale de Lérida a las 7.30 horas y regresa sobre las 15.00 horas. Desde el inicio del confinamiento en la zona catalana, su media hora habitual de camino apenas se ha prolongado en cinco minutos. «Soy de los que ha tenido más suerte, porque el control que paso no está saturado y cada día solo me he encontrado cuatro o cinco coches delante del mío», explica Morenilla. En su caso, utiliza la salida de Serós. La Generalitat ha dispuesto un total de 25 controles en la comarca del Segriá.

Para poder realizar el recorrido y cruzar los controles, el locutor tiene que llevar consigo la documentación necesaria, es decir, el salvoconducto de la empresa, el documento de la Generalitat de Cataluña que indica la dirección de su residencia y la dirección de su lugar de trabajo, además de su documento nacional de identidad. «Por muy rápido que quiera ir el agente, lleva tiempo leer y comprobar porque paran prácticamente el 100% de los coches», asegura.

Morenilla tampoco comprende que «dos comarcas que se tocan estén en una situación tan diferente», dice. «¿Qué lógica tiene limitar los movimientos por un lado y permitirlos en el otro cuando hay un flujo constante de gente que vive o trabaja en una comarca o en otra?», se pregunta.

Además, critica la «improvisación» de la Generalitat a la hora de decretar el confinamiento, así como la «falta de medidas» para controlar a toda la población flotante que llegaba para trabajar en la campaña frutícola en pleno encierro domiciliario en España. «Cuando todos estábamos en casa, aquí llegaron 25.000 personas cruzando fronteras de países y de comunidades sin que nadie hiciera un control sanitario ni garantizara que sus condiciones de habitabilidad cumplían los requisitos sanitarios», denuncia. «No me puedo explicar que en el mismo foco, con la misma situación, haya dos situaciones epidemiológicas y dos reacciones de los gobiernos tan diferentes», reflexiona el ilerdense.

Por su parte, la fragatina Dunia Kaouadji trabaja desde hace cinco años en Sudanell, un pueblo de la comarca del Segriá, como monitora de un centro para personas con discapacidad intelectual. «En mi caso los controles son bastante fluidos porque salgo de la autovía antes de llegar a la capital», explica. En cuanto a la situación epidemiológica, esta trabajadora social afirma que le parece «correcto» que haya restricciones cuando hay rebrotes, pero también expresa sus «dudas» de que las circunstancias de la epidemia sean tan dispares a uno y otro lado de la Franja. «Igual ahora en Fraga estamos mejor, pero con tanto trasiego de gente es muy fácil que los brotes se pasen de un sitio a otro», opina. «Aunque no sabemos si los de Lérida y los de Fraga tienen el mismo origen o si son procesos paralelos, por muchas medidas de seguridad que se tomen está el riesgo de que haya contagios en ambas zonas porque las relaciones han sido, son y serán constantes», reiteró.