Hablan desde el anonimato pero sin tapujos, conscientes de que las familias de cualquiera de ellos podrían estar ahora reclamando justicia. Durante un año, los compañeros de los 21 militares aragoneses destinados en la Base Aérea de Zaragoza que murieron en el accidente del Yak-42 han vivido con "gran malestar" las "continuas mentiras" que llovían desde el departamento dirigido por Federico Trillo.

"Algunos eran amigos íntimos de muchos de nosotros, de ahí que nos resultara muy difícil de aceptar la forma de comportarse del exministro Federico Trillo, que fue nefasta. Es imposible llevar peor una crisis como ésta. Cada día se iban descubriendo nuevas contradicciones que sólo servían para aumentar nuestra decepción", comenta un soldado.

Hoy, en el primer aniversario del siniestro, la Base acogerá un sentido homenaje a las víctimas en forma de funeral. Un reconocimiento que les parece "escaso" para la magnitud de la tragedia. "Quizás nos den una sorpresa, pero creo que nuestros compañeros se merecen algo más que una misa: un monumento, una placa conmemorativa... Ha sido la mayor desgracia del Ejército español desde hace muchísimos años y eso requiere una mayor implicación", analiza otro militar.

Toda esa frustración acumulada no debe caer en saco roto, a juicio de los efectivos. Por eso, coinciden a la hora de señalar que los responsables de asuntos tan polémicos como las identificaciones de los cuerpos --30 de ellos fueron repatriados sin un reconocimiento correcto-- deben pagar por lo ocurrido.

"El nuevo Gobierno español tendría que llegar hasta el final e investigar todo lo que sucedió en las montañas de Trabzon, tanto las causas del accidente como el proceso de identificación de los militares. Y que salga lo que tenga que salir. Las familias se lo merecen. Han sufrido demasiado", afirma uno de los soldados con los que ha hablado este periódico.

La mayoría de ellos sigue sin comprender por qué el Ministerio de Defensa no realizó las pruebas científicas necesarias para la identificación de las víctimas. Ven "ilógico" que el Gobierno se expusiera a posibles procesos judiciales con tal de enviar rápidamente los cadáveres a España. "La gente no es tonta y sabe cómo se queda un cuerpo en un siniestro como el del Yak-42. Todos éramos conscientes de que eran necesarios entre diez y quince días para reconocerlos de forma óptima. No entendemos los motivos de aquella decisión", indican algunos de ellos.

A lo largo de todo este tiempo, los miembros del Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA) y del Ala 31 han sufrido en silencio el rastro de "dolor" que ha dejado la muerte de sus compañeros.

Aunque reconocen que poco a poco han logrado sobreponerse. "Al final tienes que asumir lo ocurrido, porque sabes que tu trabajo conlleva estos riesgos. Pero lo cierto es que ya nadie quiere volar salvo con nuestros propios aparatos o con empresas españolas", apunta uno de los militares.

Sin embargo, otro soldado deja bien claro que el final de la lucha todavía está lejos. "Queda mucho por averiguar. Esto no ha terminado para nadie. Ojalá conozcamos algún día la verdad", concluye.