Abandonó su país consciente de que difícilmente lo volvería a pisar pero la pobreza y el desconcierto que sufría en Rusia eran motivo suficiente para alejarse de allí. Soñaba con aventurarse en una nueva vida. Y lo hizo. Su destino: Zaragoza. Dasha Gavrallova preparó las maletas en agosto del 2001, aunque no del todo. Sus padres y sus amigos se quedaron en tierra.

"El día a día en Moscú resultaba muy complicado y salir era una necesidad para mí. Lo pasé muy mal al separarme de mi familia pero tenía que encaminar mi vida", asegura. Los inicios en España fueron "más bien duros" puesto que llegó sin visado de trabajo y sin permiso de residencia. El servicio doméstico fue entonces la clave para poder subsistir y también la única vía para alimentar a su hijo y a su marido. Seis meses después de su llegada consiguió legalizar su residencia en España, dejó su trabajo como señora de la limpieza e inició una nueva andadura como camarera en una cafetería. Pero pronto encontró a su particular "ángel de la guarda", una joven zaragozana que le proporcionó lo que más le faltaba en aquel momento: orientación. "En febrero del 2003 en un curso sobre migraciones internacionales conocí a una chica de la fundación San Ezequiel Moreno. Ella me comentó que allí podrían orientarme profesionalmente". Y Dasha, psicóloga de profesión, no lo dudó en ningún momento.

Su sueño pasaba entonces por homologar el título de psicóloga, ahora en trámite, y por mejorar sus condiciones laborales. Se movía en busca de una vida mejor al tiempo se interesaba por el voluntariado. Varios cursos de castellano y de informática completaron su curriculum. Y tras cinco meses como voluntaria en la fundación llegó su oportunidad: un contrato como auxiliar administrativa en San Ezequiel.

Dasha está totalmente integrada en Zaragoza pero no cesa en su empeño por ejercer de psicóloga. Tampoco por lograr que otros inmigrantes mejoren su situación: "Me apasiona poder ayudar a mi gente a través de la fundación porque es la única posibilidad que tienen para salir adelante. Muchos están separados de sus hijos y mi meta es lograr que sean un poco más felices. Soy consciente de que hace poco yo estaba en su situación".

Siente nostalgia por haber dejado su país pero asegura que está "encantada" con la gente de aquí: "Admiro vuestra habilidad para disfrutar de la vida. En Moscú la población no es feliz porque tiene demasiados problemas", comenta inquieta. Pese a que "por fin" goza de cierta tranquilidad, Dasha Gavrallova sigue sin ver muy claro su futuro. Sabe que deberá trabajar muy duro pero, al menos, disfruta de la compañía de su hijo. El presente es para ella otro sueño del que espera no despertar.