Las horas que abrían el primer fin de semana, en realidad puente festivo, en que se puede circular libremente por la provincia aunque sin rebasar sus límites, fueron aprovechadas por muchos aragoneses para ver la decoración navideña de su lugar de residencia y para desplazarse a lugares cercanos. Fue el momento para que los zaragozanos visitasen el belén de la plaza del Pilar bajando y subiendo por calles abarrotadas, para que los oscenses escapasen al Pirineo y para que los turolenses se perdiesen por la sierra de Albarracín o los parajes agrestes del Maestrazgo.

Días diferentes, desconocidos, aunque las tiendas reventaron como si fueran las fechas de toda la vida y las filas fuesen la nota predominante en los lugares más llamativos. Obligados a días de andar por casa, el centro de Zaragoza reventó en una marea humana que pobló las calles principales oliendo a Navidad.

Vaya por delante que la delegada del Gobierno, Pilar Alegría, el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, y compañía pidieron prudencia, sensatez y distancias para estos cuatro días largos del puente de la Constitución. Vaya por delante también que este último había previsto un plan especial para que no pasara lo que pasó.

Explosión en masa

En esta época de pandemia, tal cual insisten los políticos a diario, lo de ayer por la tarde en la capital de Aragón fue el desgobierno de una explosión en masa. Durante un buen rato se anduvo con dificultades camino del Pilar. Las terrazas estaban llenas, el espacio de las tiendas se prolongaba en culebreantes filas y el tranvía iba de campana en campana para llamar la atención de todos aquellos que caminaban por Independencia, que se paraban aquí o allá para hacerse la foto, el selfi o añadir el comentario de las luces navideñas del 2020, que gustan en mayoría pero sin consenso.

El control policial existió, pero un control descontrolado. La Policía no dio abasto. Y los voluntarios que un día antes se fotografiaban con el alcalde no eran tantos, o no eran. Llena la plaza San Felipe, llenos Independencia y Don Jaime I, otro tanto para El Tubo y a reventar la calle Alfonso I, que dejó estampas propias de otra época en la que el gentío no solo era común sino señal de alegría.

Mucha gente, demasiada. No quiere decir eso que cada cual no respetara sus normas. Mascarillas arriba y paciencia en la frecuencia, sobre todo ganas de pisar las calles, hambre de normalidad, de luces, de Navidad, con los drones sobrevolando calles y plazas. Se diría que la responsabilidad individual se cumplió en líneas generales. El contraste quedó en el control advertido, que no fue el anunciado.

Entradas agotadas para el belén

Ya por la mañana se pudo intuir que el centro de Zaragoza iba camino de rebosar. Pese a haber anunciado la inauguración del belén apenas 24 horas antes y tener que pasar por la web correspondiente para adquirir la entrada, antes del mediodía ya se había agotado la posibilidad de acceder al recinto. Las 2.900 entradas disponibles para visitar el belén monumental de la plaza del Pilar durante el puente festivo se agotaron en horas.

El aforo se fijó según los parámetros y criterios de los técnicos municipales atendiendo a las restricciones sanitarias derivadas de la pandemia y garantizando así las medidas de seguridad y prevención frente al virus, lo que permite que pasen 29 personas cada 15 minutos. Hay tiempo de sobra para visitarlo, ya que permanecerá abierto hasta el 10 de enero mediante el citado sistema de reservas, pero la gente se apresuró.

En el recorrido se recrean construcciones ya habituales y tradicionales, como el Portal con la imagen del Niño Jesús, la Virgen María y San José, el palacio de Herodes o el zoco de mercaderes, además de escenas tradicionales de los oficios aragoneses, como un carpintero y su aprendiz, un alfarero con su torno, una familia realizando la tradicional matacía, un herrero y un artesano del mimbre.

Habrá pandemia, mascarillas y hasta mal rollo, pero las caras de los niños son las de siempre. Incluso más se diría, en estos días en que la diversión viene por franjas. Más de uno abría los ojos como platos cuando pensaba en los Reyes que vienen.

Entre Sos y el Moncayo

El Pirineo se ha cubierto de nieve, pero el coronavirus hace que ese paisaje esté vedado para la inmensa mayoría de la población aragonesa. De forma que los habitantes del área metropolitana de Zaragoza, donde vive más de la mitad de los aragoneses, tienen como opción alternativa ir de excursión al Moncayo o recorrer las calles de Sos.

En realidad, el contorno del confinamiento se ha ensanchado, pero no lo suficiente, lo que explica que los hoteleros y restauradores de la comunidad lanzaran el pasado viernes un mensaje de auxilio y anunciaran nuevas movilizaciones.

Pero no solo hay perjudicados. La posibilidad de moverse por zonas concretas beneficiará a los puntos de la geografía más poblados y también a los situados en sus proximidades. Este es el caso de la ciudad de Zaragoza y de sitios como Trasmoz, Daroca y el entorno de Nuévalos, que con su embalse y el monasterio de Piedra constituye un potente foco de atracción.

Apogeo del turismo paisano

Apogeo del turismo paisano

El puente de la Constitución del 2019, impulsado por la nieve que cubría ya las estaciones de esquí, fue de récord. Este año no va a ser igual ni de lejos, pero lo cierto es que ya ayer lugares como Sos, Jaca, Albarracín y Trasmoz se animaron bastante gracias al turismo paisano de la propia provincia.

«Ha nevado y han venido muchas personas que quieren ver la sierra toda blanca», explicó Míchel Villalta, alcalde de Albarracín. Había helado y hacía frío, señaló, pero eso no impidió que llegaran visitantes ansiosos de salir de la rutina.

Y, a mediodía, en las calles de Jaca empezaba a haber ambiente. Claro, no era como el año anterior, pero se veía personal. «No sé de dónde son, supongo que del resto de la provincia, pero la cuestión es que hay movimiento», explicó un hostelero local que no puede abrir su establecimiento por no tener terraza.

Restaurantes con terraza

Restaurantes con terraza«Hay restaurantes que tienen espacio exterior y en algunos, los que están en la avenida Primer Viernes de Mayo, tienen todas las mesas ocupadas», añadió.

«Hay bastante gente pero sin aglomeraciones», indicó Merche Zorroza, teniente de alcalde de Sos del Rey Católico. «Es un público de Zaragoza, pues tanto Navarra como el País Vasco están confinados», continuó. Gracias a la llegada de esos turistas zaragozanos el parador nacional y el resto de hoteles han conseguido clientela. Pero el día no estaba para terrazas. «Cae aguanieve y hace algo de frío», comentó Zorroza.

Por eso una mayoría de los llegados de fuera elegían salir a pasear por los alrededores de Sos, en busca de puntos desde los que tener una buena vista del perfil del pueblo, con su castillo, la característica espadaña de su iglesia y el ayuntamiento monumental. «Aquí está garantizada la distancia personal de seguridad», comentó la teniente de alcalde.

Segundas residencias

En Trasmoz, en el somontano del Moncayo, los visitantes empezaron a llegar ayer y se espera que, conforme avance el puente, vaya en aumento su número. «Es que las predicciones del tiempo, que dan nieve, han podido echar para atrás a algunas personas», informó Jesús Andía.

«Se prevé que venga mucha gente estos días, pero hay que tener en cuenta que es un puente largo y que esto no se llenará de golpe, sino que será de forma escalonada», agregó.

En Trasmoz, al igual que en Jaca, en Sos y en Albarracín, una parte importante de los que se acerquen serán familias que poseen segundas residencias, no solo apartamentos o chalés, también antiguas casas de pueblo restauradas.