Los últimos osos autóctonos que existen a ambos lados del Pirineo sobreviven de manera dramática en la región occidental de la cordillera, concretamente en los valles aragoneses de Ansó y Hecho, en el navarro del Roncal y en los franceses de Aspe y Ossau. Una radiografía que ha empeorado con la reciente muerte de Canelle, la osa abatida a tiros por un cazador francés, y la anterior de Papillon. Con ella ha desaparecido la última hembra adulta autóctona y los expertos comienzan a replantearse la reintroducción de osos de origen esloveno, que ya habitan en el Pirineo central desde hace ocho años.

La estirpe nacida de los tres primeros ejemplares eslovenos liberados en el núcleo central del Pirineo se ha aclimatado sin problemas y se ha multiplicado hasta llegar a los actuales diez o doce, una cifra esperanzadora, pero que no garantiza la continuidad de la especie.

Esta reintroducción podría ser una solución a la complicada situación que se vive en el Pirineo occidental, en donde sólo se tiene constancia de tres ejemplares autóctonos y un cuarto de origen esloveno. Se trata de Neré, un macho de 230 kilos fotografiado en junio del 2003 en la selva de Oza; el macho Camille; Luz, una cría de Canelle y Papillon, y Aspe Ouest.

"Es indispensable proceder a nuevas liberaciones --explica Frank Capdevila, de la asociación ecologista Depana--. Y donde más urge es en la zona occidental". Porque más que la caza, el gran problema es la consanguinidad. No sólo faltan hembras en el núcleo occidental, sino que Pyros, el único macho adulto en el este, ha llegado a aparearse con su hija Caramelle, síntoma inequívoco del desequilibrio entre sexos.

Soltar ejemplares

El Gobierno francés ha anunciado en repetidas ocasiones su intención de soltar ejemplares en el límite con Navarra y Huesca, pero la promesa no acaba de cumplirse. Aragón no tiene previsto soltar osos, ya que "en esta comunidad tan sólo se aprecia una presencia esporádica", asegura el Departamento de Medio Ambiente de la DGA. Ni tampoco lo hará la Generalitat catalana, "aunque ofrecerá toda su colaboración si Francia decide hacerlo", admite Santiago Palazón, técnico del Departamento de Medio Ambiente catalán.

Aunque los osos no entienden de fronteras, siempre es Francia quien toma la iniciativa. "Tienen menos presión social", esgrime Palazón. "Han sabido promocionar el oso --precisa Capdevila-- como impulsor del turismo rural e indicador de un buen medio ambiente".

De hecho, el Pirineo ha demostrado ser un buen hábitat de acogida. Los osos ni han muerto de inanición ni de enfermedades. También se han movido libremente. Neré ha sido capaz de atravesar la cordillera desde el este y contactar con el núcleo occidental aragonés. No obstante, los osos ya no llevan transmisor, por lo que todas las pistas se logran por otros medios, como heces, trampas fotográficas y ataques.

La red de seguimiento de la población osera en Aragón la componen unas 25 personas, entre Agentes de Protección de la Naturaleza (APN), vigilantes de la reserva y un equipo dedicado en exclusividad al oso. Un trabajo coordinado con los guardas franceses, naturalistas y la Organización Nacional de Caza.

En cuanto a las pérdidas por los ataques de osos, en el 2003 se cuantificaron en Aragón siete ataques contra 20 ovejas, lo que supuso un desembolso de unos 3.000 euros para indemnizar a los ganaderos. En Navarra, fueron 20 los ataques, 15 en Cataluña y 50 en Francia.

¿Qué población garantizaría el futuro del oso en el Pirineo? "Deberíamos empezar por 50", sostiene Capdevila. Según la Fundación Oso Pardo, es difícil calcularlo: "No sólo es cuestión de número, quizá varios centenares, sino de un territorio apto". Aún falta mucho.