Juan Fernando López Aguilar, que fue ministro de Justicia en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, conoce desde dentro, como pocos, la Unión Europea, donde lleva desde el 2009 como eurodiputado. Esta familiaridad con las instituciones que rigen el continente le hace ver en el Brexit un resultado del populismo exacerbado que amenaza la construcción de una patria común para los europeos. Esta mañana, en el Patio de la Infanta de Ibercaja, ha disertado sobre el tema El futuro del espacio de justicia europeo, en un acto organizado por Consejo Aragonés Movimiento Europeo, la Universidad de Zaragoza e Ibercaja.

-Viene a Zaragoza a hablar del futuro de la Unión Europea justo el día en que se lleva a efecto, oficialmente, la salida de Gran Bretaña de las instituciones que rigen el continente. ¿En qué punto están las cosas?

-La Unión Europea ha consumido tres años, agónicamente, negociando minuto a minuto el Brexit, un desgarro histórico, de los que duelen. Y además hemos dedicado los últimos seis meses a investir a la mueva Comisión y a ponerla en marcha, desde la presidenta, Ursula von der Leyen, hasta cada uno de los miembros de la misma. Hemos pasado la peor crisis de la historia. Arrancó en el 2009, la gran recesión, pero no hay nada peor para la Unión Europea que la contradicción entre la promesa y los hechos, entre lo que se dice y lo que se hace. Y ya va siendo hora de que la Comisión devuelva a los europeos la Europa que prometió el Tratado de Lisboa.

-¿Cómo se puede enderezar la situación tras esta larga crisis?

-Eso requiere mantener la libre circulación de personas, que ha estado suspendida por motivos de seguridad en demasiados estados miembros durante demasiado tiempo. En Francia, durante años. Incluso los parlamentarios europeos, cuando vamos a Estrasburgo, tenemos que enseñar el pasaporte o el carnet de identidad como consecuencia de la suspensión de Schengen por los atentados terroristas. En segundo lugar, la solidaridad en la política y en la legislación común de migraciones y demandantes de asilo. No ha habido solidaridad cuando gobiernos escorados a la extrema derecha, como Hungría y Polonia, la han negado por completo a países con fronteras vulnerables, como Italia, Grecia y ahora España, con la llegada de irregulares de la cornisa noroccidental africana a Canarias. Eso pone de manifiesto que sigue faltando esa respuesta europea digna de ese nombre. Y, por supuesto, hace falta cooperación judicial, restaurando la confianza mutua. La euroorden está erosionada como consecuencia del desmoronamiento de la confianza mutua. Es cuestión de cooperación policial en materia de seguridad, la inteligencia europea común, un FBI europeo... Hemos puesto en marcha una Fiscalía europea. Son muchos los desafíos porque es mucho de lo que esperamos, ahora que hemos dejado atrás la crisis.

-¿Cómo ha sido posible el Brexit?

-Por primera vez en la historia, un país de la UE, como consecuencia de la intoxicación, de la desinformación, de las fake news (noticias falsas), y por una raquítica mayoría de apenas tres puntos de ventaja sobre la minoría que votó no en en el desdichado referéndum del 2016, sale de la Unión Europea. Ójala aprendamos todos.

-Un hecho tan grave, como la marcha de un país de la UE, ¿no deja tocada a la institución y a la idea de Europa?

-La desembocadura debe ser la contraria, porque hay que aprender las lecciones. Hemos negociado el Brexit, porque lo hemos hecho unidos, cuando el Reino Unido intentó dividir a los estados miembros de la UE con su diplomacia, pero ha sido la unidad estratégica la que ha hecho que haya sido posible preservar el punto de vista europeo en el Brexit. Y no le va a salir gratis al Reino Unido, al contrario. Hay que preguntarse cuánto va a tardar la soberanía británica en percibir que ha sido un pésimo negocio, que van a pagar la factura, de más de 40.000 millones, en los próximos tres años y que son ellos los que pierden su ciudadanía europea y su participación en la toma de decisiones en una estructura supranacional que posee la escala necesaria para responder a los problemas de la negociación.

-Alguna lección se habrá extraído de este desencuentro.

-El futuro lo tenemos que escribir, en adelante, la Europa de los 27, que son los que quedamos a bordo. Está en nuestra mano aprender de las elecciones y sobre todo plantarle cana al nacionalismo reaccionario y egoísta, que es el síndrome que ha prendido, como en buena parte del paisaje político de los estados miembros. Este el sustrato del referéndum que condujo a este desdichado resultado que ha sido el Brexit.

-¿Queda algún resquicio para que la ruptura no se lleve a efecto? ¿Hay aún tiempo para arreglar las cosas?

-Cuando vimos el resultado del referéndum del 23 de junio del 2016, ese desdichado referéndum que no había sido nunca convocado en esos términos, con el irresponsable de Cameron al frente, comprendimos que este día llegaría. Una vez que ese referéndum se había pronunciado, el resultado era inevitable. Pero hemos puesto toda la carne en el asador para minimizar el daño y lo hemos conseguido garantizando los derechos de ciudadanía, la reciprocidad, que el Reino Unido pague la factura, que la va a pagar, y el mantenimiento durante el periodo de transición del mercado interior y de la Unión Aduanera, además de los derechos de ciudadanía. Pero todo puede empeorar y ahora se trata de que no empeore en un tiempo muy apremiante. Tenemos un año para negociar el acuerdo de relación futura. Es un tiempo muy apremiante y de nuevo podemos asomarnos al abismo. Si llega el 1 de enero del 2021 sin haber aprobado el acuerdo de relación futura volveremos a asomarnos al abismo. Queremos evitarlo y por lo tanto nos conviene a todos ponernos las pilas. Pero, eso sí, hay que negociar unidos y aprender las lecciones de esta experiencia que ha sido realmente desgarradora.

-¿Cómo se ha vivido en el Europarlamento la ruptura?

-Voy a echar mucho de menos a mis compañeros laboristas británicos, a los que he despedido con muchísimo afecto y los he visto derramar muchas lágrimas porque se han sentido realmente atropellados por una raquítica mayoría que les ha privado de su derecho a participar en la construcción europea.