Emprender está de moda. Pero hacerlo de forma social paradar solución a problemas concretos de la ciudadanía de un modo innovador es una oportunidad que tienen tan solo ocho jóvenes -siete emprendedores y una coordinadora de proyectos-- que han sido seleccionados por la Universidad de Zaragoza, entre más de 125 propuestas recibididas.

Entre las iniciativas destaca la de Noelia Bribián, que consiste en formar un «tejido» entre ciudadanos de un mismo barrio para mejorar la convivencia y aumentar los recursos. La prueba se centraliza en el barrio Arrabal que, desde hace dos años, dispone de tres encargados para coserlo, a través del proyecto El Ganchillo Social Innobarrio.

Noelia decidió emprender para que los vecinos pudieran ayudar a mejorar el Arrabal. «El problema radica en que hay muchos desajustes, no hay diálogo entre los propios residentes y con el ayuntamiento y nosotros estamos para conectar el barrio», explicó Bribián.

Estos trabajadores sociales han ayudado a que los ciudadanos entiendan el funcionamiento de los presupuestos participativos, a organizar diversos actos para las fiestas y han creado un mapa interactivo en la red donde aparecen todos los centros de salud.

AHORRO DE ENERGÍA

Este proyecto, junto con los otros siete, forma parte del programa Mediación, Innovación y Emprendimiento (MIE), que financia la Universidad de Zaragoza y el ayuntamiento de la capital aragonesa. Una aportación que finaliza el próximo mes. Sin financiación, la labor de estos profesionales cesaría.

Avanzar en el buen uso de la energía y fomentar las renovables es un gran paso para frenar el cambio climático. Pese a que las aplicaciones que controlan la energía consumida ya existe, el zaragozano Óscar Puyal decidió, el pasado mes de febrero, poner en marcha La energía del Bien Común. Creó una herramienta similar con un software libre que conlleva un bajo coste para las pequeñas y medianas empresas.

Otra de las iniciativas que ha llevado a cabo es La Azucarera 50/50. En este caso, consiste en ahorrar energía y el 50% de este ahorro se reinvierte en medidas de eficiencia. «Se controla la energía gastada durante determinado tiempo para saber cuál es la potencia idónea y así, no se desperdiciaría ni electricidad ni dinero», explicó este ingeniero de 53 años que dejó su empleo para dedicarse a este proyecto.

A veces, lo que hoy puede ser una plaza con un parque infantil, con el paso del tiempo se puede transformar en un espacio al que ir a tomar café. Es por ello que el proyecto liderado por Aída Sánchez, Arquitectura Mutante, consiste en repensar el espacio mediante la creación de elementos de arquitectura efímera. En concreto, La Azucarera fue el escenario elegido el pasado 20 de julio para que más de 40 universitarios remodelaran el edificio, actividad que se incluye en el proyecto.

Junto a estas tres iniciativas también destacan Red de Cuidados, de María Añover, Juegos Abiertos Reunidos, de Anna Biedermann, La dronería, de Eric monroy y videomapping Rocketz, de Javier Galán. Todos ellos pretenden crear una comunidad de innovación abierta a toda la comunidad.