El cementerio de Zaragoza sigue trabajando a un ritmo frenético después de un año para olvidar como consecuencia de la crisis sanitaria y el aumento del número de fallecidos por coronavirus. Los entierros que se celebraron en Torrero el año pasado se incrementaron un 31% respecto al 2019, hasta alcanzar una cifra de récord, con 7.544 inhumaciones y cremaciones. Fueron 1.799 más que en el 2019. Los fallecidos por covid deben ser incinerados, por lo que el ayuntamiento tuvo que reorganizar el camposanto municipal y poner en marcha los hornos de cremación durante las 24 horas del día cuando se produjo el primer pico de fallecidos, ya en el mes de abril. No todos fueron por coronavirus pero sus consecuencias dispararon la estadística. Según los datos de Sanidad, el año pasado hubo 2.693 fallecidos por covid en Aragón.

El número de cremaciones es especialmente significativo porque las víctimas mortales de coronavirus deben ser incineradas por seguridad. En el cementerio municipal representan el 64% de las despedidas del año pasado, con un total de 4.798 incineraciones en un año negro, un 41% más que en el 2019, con 3.326.

Sin tregua

Ya en el primer semestre del año se habían realizado mil incineraciones más que en los seis primeros meses del 2019. Antes de iniciar el periodo estival alcanzaban la cifra de 2.382, con el mes de abril marcado en el calendario. Fue el más trágico, con 666 cremaciones, el triple que en el mismo mes del año anterior. En cambio, junio registró la más esperanzadora y baja de todo el año, con 254. Un espejismo de realidad que duró muy poco porque en el segundo semestre la situación no mejoró, y fueron 2.416 las cremaciones que se practicaron.

El covid no ha dado ni un mes de tregua desde que llegó a Aragón y el primer rebrote se registró en junio. Un pico que se reflejó en agosto, cuando volvió a dispararse el número de fallecidos con 432 incineraciones (en verano fallecen muchas personas mayores fruto de las altas temperaturas). Noviembre fue otro de los meses que destacan en el calendario, con 496.

Las inhumaciones también se elevaron, aunque se mantuvieron más estables dado que las víctimas del covid eran incineradas. El año pasado se registraron 2.746 entierros frente a los 2.419 del 2019, un 14% más. Mientras que en el primer semestre las cifras fueron muy similares a las del año anterior, ya en los meses de verano se experimentó un pequeño incremento. Por ejemplo, en marzo, cuando se decretó el estado de alarma por la alta incidencia del covid, se enterraron a 216 personas, 34 menos que en el mismo mes del 2019, y en agosto fueron 268, 81 más.

El incremento del número de fallecidos como consecuencia del covid-19 obligó al ayuntamiento a tomar medidas inmediatas para evitar un colapso en el servicio. Llegó a un acuerdo con los dos tanatorios privados de la ciudad pertenecientes a las empresas Funespaña y Servisa para descongestionar el servicio municipal en caso de ser necesario. Con la colaboración de estos centros se podrían haber conservado 205 cadáveres en un mismo momento a la espera de la cremación o del entierro.

Finalmente, el consistorio no tuvo que recurrir a las empresas privadas y con la reorganización del centro municipal fue suficiente. Las salas de velatorios de Torrero, cerradas al público, se utilizaron para ampliar el espacio en el que mantener los cuerpos hasta su cremación, sumando así 79 plazas extra. Además, se reorganizó el funcionamiento del cementerio, aumentando el número de cuerpos que se podían mantener en cámaras frigoríficas a 125 y se reservó una cámara de mayores dimensiones, con capacidad para 42 cadáveres, para muertos no infectados con coronavirus.

En los meses más duros del confinamiento los familiares no pudieron despedir a sus seres queridos por motivos de seguridad. En abril no se utilizó ni una sola sala, dado que se reservaron para mantener a los cadáveres. Tampoco se permitió celebrar ceremonias. Mientras que la media es de 12 despedidas al día en Torrero, se redujeron a 7 en marzo e incluso a cinco en mayo.