Nadie quiere oír hablar de crisis. En ningún momento. Sin embargo, estas inyectan adrenalina a la sociedad y a la economía para afrontar los riesgos que entrañan y poder reaccionar ante una situación inesperada. En el caso de Aragón, la pandemia ha obstruido el buen ritmo de crecimiento de la economía entre el 2014 y el 2020, pero también ha puesto el acento en la necesidad de diversificar --más todavía-- el tejido productivo de la comunidad. La buena marcha de las exportaciones (casi se batió el pasado año el récord del 2019) y la respuesta positiva del sector industrial y de la agroalimentación han permitido capear el temporal en el primer año de covid. No ha sido suficiente, pero han amortiguado el golpe.

El presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, anunció esta misma semana que ya se puede ver «luz al final del túnel» por la buena respuesta de las vacunas. Mientras, el pasado viernes, la consejera de Sanidad, Sira Repollés, aseguró que, si no hay contratiempos, el 70% de la población aragonesa estará inoculada en la tercera semana de agosto. Estas afirmaciones, junto a la aprobación de un fondo de 7.000 millones de euros en ayudas para las empresas aprobado por el Gobierno central permiten albergar esperanza en la recuperación de la economía. Por lo pronto, la DGA cree que el Producto Interior Bruto (PIB) de Aragón crecerá por encima del 7,4% este año, aunque podría llegar al 10%.

Para lograr esta reactivación necesaria, la comunidad cuenta con un buen manojo de activos e inversiones que se harán efectivas en los próximos meses. Amazon será, sin duda, uno de los motores de arrastre que darán oxígeno a la economía aragonesa. Las obras de los tres centros de datos -en Huesca, Villanueva de Gállego y el Burgo de Ebro— servirán para dinamizar un sector en auge, el de las tecnologías, que puede dar muchas alegrías en los próximos años y estimulará la creación de puestos de trabajo cualificados, tan necesarios en estos momentos. Además, la multinacional prepara su desembarco en Plaza con un proyecto que, aunque todavía no se ha desvelado, será un nuevo revulsivo para la plataforma logística de Zaragoza que verá ampliada su superficie. De hecho, ocupará 20 de las casi 34 nuevas hectáreas del macrocomplejo logístico. El sector de la logística, por tanto, será otro de los puntales que cimentarán la era postcovid. Su inercia es imparable, por lo que Aragón se verá beneficiada de este impulso.

Vigilantes con el automóvil

El sector del auto es otro de los avales que tiene Aragón para confiar en el futuro, aunque su horizonte se escribe día a día. La pandemia ha evitado un récord histórico de producción en el 2020 que hubiera superado las 500.000 unidades, y ahora la crisis de los microchips ha puesto en jaque la fabricación de los fabricantes de coches. Pero más allá de cuestiones coyunturales, Figueruelas se juega el pan y el empleo este año. La fusión de FCA y PSA dibujará una nueva compañía en la que la planta aragonesa debe seguir siendo protagonista si quiere ser cabeza de león. Además, la asignación de fondos europeos puede espolear un proyecto vital para los próximos años. Nada ni nadie se puede descuidar.

El buen hacer de la agroalimentación es otra de las bazas que tiene la economía aragonesa para salir a flote más pronto que tarde de la crisis del covid. La pujanza de este sector explica, en parte, los buenos datos de exportaciones. La venta de productos de porcino a Asia ha crecido de forma exponencial y los proyectos de compañías como BonÁrea, Grupo Jorge, Fribin, Piensos Costa y Litera Meat han fijado empleo en el territorio, aunque habrá que estar vigilantes por si esta burbuja se acaba pinchando.

Lo mismo sucede con el impulso de las energías renovables que están plagando el territorio de proyectos, tanto solares como fotovoltaicos. Aragón ya cubre con energías verdes todo el consumo eléctrico. De esta forma, la comunidad se ha convertido en el segundo mayor productos de eólica de todo el país y los aerogeneradores superan los 4.000 megawatios de potencia, a los que se añaden otros 1.115 que proporcionan los parques solares. La inercia inversora no da tregua, lo que aportará pingües beneficios a los ayuntamientos aunque apenas supondrá creación de empleo, al menos, durante la fase de mantenimiento de estos parques.

La pandemia ha golpeado también al turismo que cambiará de forma radical en los próximos años. La capacidad de adaptación de Aragón a este nuevo escenario también será determinante para ver cómo se posiciona la comunidad en el futuro.

En definitiva, Aragón cuenta con argumentos de sobra para poder superar este bache lo antes posible. Sin embargo, todo dependerá de las iniciativas que se presenten a los fondos europeos, el empuje inversor de estos sectores estratégicos y la capacidad de reinvención de una economía que tiene la obligación de diversificarse cada vez más si quiere dar el salto y olvidarse de un año para olvidar.