Si se las analiza en profundidad, las cosas son más complicadas de lo que parece. Por suerte para el confort mental de la ciudadana y el ciudadano, tanto los políticos como los periodistas solemos abordar las cuestiones más complejas con una relajante superficialidad que a unos les evita trabajar a medio y largo plazo (el inmediatismo se ha convertido en principio básico del funcionamiento institucional) y a otros nos permite sacar titulares con facilidad y comentar la realidad a vuelapluma. El problema viene cuando se impone la verdadera dimensión de los asuntos y entonces acabamos todos metidos en el laberinto.

¿Creen ustedes, por ejemplo, que el tema Romareda se circunscribe a decidir si el campo de fútbol sigue donde está o es reconstruido en algún supersolar de por ahí? Pues no. Existen muchos otros factores: intereses inmobiliarios, el uso del estadio como elemento de centralidad para las urbanizaciones que surgen por doquier, la posibilidad de utilizarlo asímismo como núcleo duro de un nuevo centro comercial y de ocio, las apetencias de Solans y del Zaragoza SAD, los proyectos al respecto de Vallehermoso y alguna otra gran constructora... Por eso este debate no cesa de dar vueltas y más vueltas mientras se incorporan a él nuevos contertulios... En fin, un lío morrocotudo.

La simplicidad es reconfortante... hasta que viene Paco con la rebaja. ¿El AVE? Hace cinco o seis años parecía que bastaba con sentarse a contemplar cómo llegaban los trenes a trescientos por hora y, eso sí, asegurar que hubiese una segunda estación en el Aeropuerto. Luego vino lo de si las vía se soterraban o no. De entonces acá, la cuestión de la alta velocidad no ha dejado de embrollarse, tanto en su variante infraestructural como en la urbanística. No era tan fácil la cosa, no. Ni ha de serlo.

Claro que profundizar en los debates es trabajoso. Y aquí, como al Real Madrid de los galácticos , no nos van los esfuerzos.

(Continuará)