Para ese viaje, si les digo la verdad, no hacía falta hacer noche en Madrid. A la puerta de la Moncloa aparecieron muy majos, muy altos y muy bien trajeados los dos presidentes (Zapatero e Iglesias), pero luego, hijos míos, no hubo nada sólido que llevarse a la boca. Ni fu ni fa, lo de siempre. Que acabarán la autovía de Teruel en esta legislatura (¡pues eso faltaba, compañeros!), que el Gobierno apoya la Expo del 2008 (¡hombre, se da por hecho!), que se hablará con los gabachos del Vignemale (ya, ya...) y que cuando pase el verano (que ahora está todo el mundo pensando en las vacaciones) se organizará si acaso una comisión bilateral para ver el tema de la financiación. O sea, ya te veré Bernabé.

¿Conclusiones? Pues a mi corto conocimiento solo caben dos: o a los jefes socialistas de aquí y de allá se les fue el santo al cielo y pensaron que bastaba con poner buena cara para cubrir el expediente (que en habiendo derogado el trasvase del Ebro, para qué estirarse más); o resulta que la nueva Administración española sigue pensando que la nuestra es una comunidad de chichinabo a la que cabe contentar con palmaditas en la espalda. Los andaluces se han llevado la deuda histórica a tocateja, los catalanes, la sede de la Comisión de Telecomunicaciones y los aragoneses... cuarto y mitad de sonrisas.

En ámbitos del PSOE (del aragonés también) se cree que con llevar al día las obras públicas en marcha y/o proyectadas, mantener abierta una línea (secundaria) de diálogo Madrid-Zaragoza y hacer la Expo (o algún evento alternativo) ya se ha cumplido sobradamente con esta comunidad. Sin embargo, este servidor de ustedes, al ver cómo venían calentando los voceros oficiales el ambiente previo a la entrevista entre los dos presidentes, pensaba que al final se nos iban a descolgar con algún extra para epatar y salir por la puerta grande. Pero no hubo suerte. Y para rematar la jugada, Rajoy se fue a Valencia a promover el trasvase del Ebro. ¡Vaya tela!