Felipe González aseguró este jueves en Zaragoza que se siente «un millenial de 78 años» porque, como los jóvenes, no se siente «representado» por ninguna opción política, aunque siga votando al PSOE porque «la dictadura me debe muchas elecciones», afirmó. En los dos últimos debates de investidura de Pedro Sánchez, añadió, se le cayeron «los palos del sombrajo, como se dice en mi tierra», ante los discursos de todos los representantes políticos.

El expresidente del Gobierno de España presentó ayer en las Cortes de Aragón el informe Jóvenes, Internet y Democracia, elaborado por la agencia de investigación 40dB y la fundación que lleva su nombre. Un documento que, en síntesis, certifica la «paradoja», como la definió, de que los jóvenes tengan grandes inquietudes políticas pero renieguen de los políticos que las comparten y les tienen que representar. Y sin embargo, valoran las instituciones. «Lo que hay es una gravísima crisis de representación», zanjó, que «no es fácil» corregir.

ESTABILIDAD

González, no sin elegancia, repasó el panorama político actual sin dejar títere con cabeza, y apeló a alcanzar un pacto, «necesariamente transversal», renunciando a «irredentismos ridículos», para generar un horizonte de estabilidad para al menos 30 años, como el que se consiguió con la ahora denostada Constitución.

El exlíder socialista contextualizó la situación, harto de la «histeria histórica» de considerar la tesitura actual como inédita en el país. Teniendo en cuenta la turbulenta Historia de España en los siglos XIX y XX, donde en épocas democráticas la media de duración de los presidentes era de «nueve meses», la «anomalía» fue la época de estabilidad que siguió, hasta hace poco, desde la promulgación de la Constitución de 1978. «¿En qué momento la descentralización pasa a la centrifugación? ¿Qué elemento de lealtad se ha destruido?», se preguntó.

González defendió la Carta Magna por ser «no militante», frente a, por ejemplo, la alemana, en la que se inspira (que lo era contra el nazismo y el comunismo), o la americana, que obliga a defender al país de sus «enemigos». «La española no define enemigos, pero no permite a nadie saltársela».

En la defensa de la Constitución, González consideró que «lo que no se puede pretender es que los que defendemos el pacto salgamos de ese perímetro para destruirlo». A su juicio, «no hay nada más peligroso que los que rompan el acuerdo lo hagan en nombre de no sé qué democracia, porque provocan que otros se sientan legitimados para hacerlo en otro sentido». En la misma línea, apuntó que «todas las ideas tiránicas nacen de decir que el pueblo está por encima de la Constitución».

González no apuntó directamente a nadie a la hora de buscar culpables, aunque su discurso estaba bastante claro. Responsabilizó por igual a «los viejos partidos, a los nuevos, envejecidos rápidamente, y a los que nacen viejos», de esa crisis de representatividad entre los jóvenes, pero que se da «también entre los agricultores», o en él mismo, apuntó. «Lo que me preocupa es la cobardía de los políticos para asumir responsabilidades», añadió, en referencia al debate sobre la «desjudialización» del conflicto catalán.

La solución, insistió, pasaría por un acuerdo entre todos los partidos, para crear un marco estable. «en algún momento no debió de ser tan mala idea que nos pusiéramos de acuerdo todos, renunciando a irredentismos ridículos». Consideró que «hay que aceptar las reglas de juego, también para cambiarlas», en referencia a la debatida reforma constitucional.

ELOGIOS

Junto a González, durante la presentación del informe, estuvieron el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, que despertó las risas de la concurrencia al afirmar que es «austero en el elogio a los políticos, incluso con mi secretario general». Pero a González, quien le convirtió a la socialdemocracia tras entrar en un mitin suyo siendo anarquista, narró, le calificó como «el hombre de Estado más importante del siglo XX», así como «constructor de la UE».

El presidente aragonés consideró «preocupante» que los jóvenes no se vean representados por los políticos pese a compartir sus inquietudes, como también señaló el presidente de las Cortes, Javier Sada.

Los grupos no salían muy bien parados en el informe, con los de Podemos votados por los considerados «soñadores», y los de Vox, por los «presuntuosos» de clase alta. Al PP no le votan jóvenes y a Ciudadanos ni se le nombró.