En esta campaña electoral cuya fase previa ya ha empezado, algunos quieren agarrar el rábano por las hojas para que el electorado confunda el culo con las témporas y acabe más despistado que un pato en un garaje. En la edición de ayer del ABC, Juan Manuel de Prada reflexionaba sobre lo que interesa o no interesa a la gente de la calle. Y como él es de derechas de toda la vida, acababa concluyendo que todo eso de las agencias tributarias y los tribunales superiores que propone el PSOE se la trae floja al personal, pero en cambio a la mayoría de los españoles les suliveya lo que anuncia el PP: España Una, España Grande... y en lo demás, a lo que mande mister Bush. Pues vale. Por si acaso, el mismo diario titulaba en primera página que Marcelino Iglesias "prepara una Ley para que el catalán sea lengua oficial en Aragón". En Madrid los incautos echáronse a temblar al leer semejante noticia.

Estamos en una era caracterizada por el revisionismo y la cara dura. La derecha centralista abomina hoy de las agencias tributarias regionales que presuntamente pondrán en pie los socialistas. Sin embargo, durante la reciente campaña electoral en Cataluña Piqué propugnó en su programa una agencia de ese tipo que permitiese a la Generalitat "recaudar, gestionar e inspeccionar impuestos propios y cedidos". ¿Y cómo soslayar el hecho de que las tan atacadas propuestas de Zapatero para descentralizar la Justicia están inspiradas en muy doctos informes previos del Consejo General del Poder Judicial y del propio Tribunal Supremo?

Menuda coña. Mientras escribía yo este artículo tuve que atender las consultas de varios colegas míos de la capital del Reino. Querían saber qué era eso de la catalanización de los aragoneses. Hube de calmarles y explicarles que no pasa nada, que la Ley de Lenguas es una obligación (no atendida aún) que viene ordenada por el propio Estatuto de Aragón, que en las comarcas aragonesas del Este se ha hablado catalán desde siempre, que dicha lengua (con sus pertinentes giros dialectales) se enseña en las escuelas de allí desde hace varios lustros, etcétera, etcétera. Supongo que al final mis madrileñísimos compañeros se quedaron más tranquilos.

Yo no; yo sigo inquieto. La marea de hojas de rábano cada vez está mas alta. Y hasta el 14 de marzo todavía faltan dos meses.