Vive rodeado de huertos, fue agricultor hace años. También tiene un invernadero. Gallinas y conejos. Una de sus paredes externas está adornada con un póster de La roja del 2010, de cuando la selección ganó el Mundial de fútbol. A lo lejos se escuchan canciones aleatorias de una emisora de radio. Para espantar a los pájaros, "y a la gente", hay una cabeza rota de una muñeca colocada entre las cañas que rodean una de sus tres parcelas.

Abdelaziz vive a dos minutos de la ribera del Ebro, en el barrio Jesús de Zaragoza, rodeado de una naturaleza descontrolada en un solar que hace años albergó varias naves, entre ellas la del Canal 44. Es indigente y vive en un asentamiento que él y un senegalés, ahora en la cárcel, comenzaron a construir hace dos años.

En Zaragoza hay 25 enclaves que concentran a 94 familias y 219 personas, según los últimos datos ofrecidos por el departamento de Acción Social del Ayuntamiento de Zaragoza. La mayoría se encuentra en las carreteras de Huesca y Logroño y en las inmediaciones de la estación Delicias. El consistorio ha diseñado un mapa de chabolismo y junto a la Policía Local y Zaragoza Vivienda está elaborando un plan estratégico para la prevención y erradicación del chabolismo.

Trotamundos

Abdelaziz llegó a Andalucía desde Marruecos en el 92. Primero trabajó en Granada y luego en Córdoba. "Vivía bien, ganaba dinero y tenía una casa con luz y agua". Ahora su electricidad procede de unas baterías que recarga en un taller mecánico--"de un amigo"-- y el agua la consigue de una antigua toma de agua. Hasta el año 2000 "fui con la mochila a la espalda", explicaba sentado en mitad de uno de sus huertos en los que solo se veía tierra, una cartón de vino vacío y una lata de cerveza. Junto a él estaba Said, un amigo suyo, también marroquí, que vive en El Rabal con su mujer y sus dos hijas y sobrevive gracias al subsidio. "Cobro 600 euros al mes y me mantengo como puedo", cuenta mientras ofrece sillas para sentarse.

"Todo lo que tengo lo consigo en las basuras. Me paso el día de contenedor en contenedor. Lo que puedo lo vendo en el rastro de los domingos en la plaza San Bruno. Tengo que conseguir dinero", explica con la ayuda de Said, pues desconoce algunas palabras en castellano.

Hace cuatro años vivía en un piso de la plaza Roma. Pagaba 250 euros por una habitación. "Hasta que se me agotó el dinero del paro. Llevo cinco años sin trabajo. En Zaragoza me dediqué a la construcción".

El primer asentamiento en el que vivió estaba frente al centro de especialidades Grande Covián. Ahora, en su nuevo hogar tiene todo tipo de lujos. En su habitación tiene una chimenea de acero, una cocina de gas y un lavabo. El colchón, sin sábanas y que un día fue de color azul, está apoyado en la pared de plástico y metal. Solo se permite el lujo de tenerlo sobre el suelo por las noches, por cuestión de espacio. "La gente derrocha mucho". Se alimenta de lo que tiran los supermercados por las noches. "Yo soy uno de esos que acude a recoger esa comida", dice con indignación, como si le molestara que la gente critique este acto.

Said pasa todas las mañanas a ver a Abdelaziz. "Vengo a darle ánimos a mi amigo", dice. Luego se calla y se hace el silencio. Said bebe de su lata de cerveza hasta que su amigo admite que está desanimado, pero que "mientras salga el sol por las mañanas para todos...". "Cuando estás en el extranjero es más fácil hacer amigos paisanos". Ambos creían que España era un paraíso.

Nació el 25 de agosto del 66 en Marruecos. Tiene siete hermanos, tres en España "buscándose la vida". Ninguno de ellos sabe dónde vive. "Si vienen a visitarme quedamos en una cafetería". "Mis padres nunca van a saber cómo vivo. Tienen dinero, pero no quiero ayuda".

Para acceder a su parcela hay que atravesar una valla. También para pasar de los huertos al patio en el que hay una mesa y un sillón roto y viejo junto a las cabañas-dormitorio.