La iglesia de Santa María la Mayor, el habitante más antiguo de uno de los pueblos bonitos de España, Rubielos de Mora, con casi cuatro siglos de historia en sus muros está pidiendo auxilio desde hace diez años. Una década en la que ha remitido varias cartas a vecinos y visitantes que disfrutan de esta excolegiata que el 14 de septiembre del 2020 celebra 400 años y quiere estar reluciente para esa fecha. «Vamos a hacer una celebración como la que hubo en el siglo XVII, con una importante procesión por todo el pueblo y otras actividades para todos», explica el párroco, Francisco Lázaro, afable y fiel defensor de este edificio tan querido por la localidad. Pero antes toca adecentarla, o rescatarla del grave deterioro que sufre. Así que está previsto que el mes que viene pase por el quirófano de la rehabilitación su cubierta, la parte más dañada que tiene.

El municipio celebra que este año «por fin» se les haya hecho caso desde una Administración pública con capacidad suficiente para hacer frente a los males que acechan desde hace años a la estructura, a sus muros, a sus vigas... Las goteras, siempre visibles para el público, se combinan con las obras de arte, como su retablo colorista próximo al altar y que solo se ilumina si se deposita un euro de donativo. Así y con la buena voluntad de la gente han conseguido reunir «unos 10.000 euros cada año» en esta última década pidiendo auxilio, insuficientes para el elevado coste que suponía poner bonita a la iglesia.

Cierre temporal por obras

El Gobierno aragonés ya ha adjudicado las primeras obras, valoradas en «unos 300.000 euros», dice el sacerdote, con las que se arreglará la cubierta del edificio. Los trabajos los ejecutará «una empresa de Teruel» y comenzarán «en abril». Y seguramente habrá que cerrar al público la planta principal de la iglesia y refugiarse en la pequeña capilla lateral a la que se puede acceder desde la calle. Después, sin fecha todavía, se debería contratar la reparación del suelo hasta alcanzar ese medio millón de euros en los que se calcula su reparación completa. «Para la pintura ya no tendremos dinero, pero esos 5.000 euros que costará ya veremos cómo los conseguimos», bromea el sacerdote. Va para largo.

Esos 100.000 euros que se han conseguido en diez años ya están gastados, en «obras de urgencia» que son las que han mantenido a salvo el histórico edificio de Rubielos de Mora. Con intervenciones como cuando «hace cinco años un trozo de nervio de 80 kilos de peso se soltó de la bóveda y se movió hasta el punto que estuvo muy cerca de caer». Acabó apoyándose en una parte de la estructura del edificio que sigue resintiéndose hoy en día. «Se ha movido y se está doblando», asegura el cura Francisco. Amenaza su muro más emblemático, el que da a la plaza del Sol con ese reloj que sigue marcando las horas para vecinos y visitantes de este pueblo.

S.O.S. por carta al pueblo

Parecen haber surtido efecto tantos años de lanzar gritos de auxilio con cartas como la que todavía cuelgan de algunos de sus muros y que, tal y como se van a solucionar, parece que un poco más de fe no le habrían venido mal. «Aún hay esperanzas de que pueda mejorar. Nunca te había dicho nada pero te lo digo ahora que aún puedes hacer algo para ayudarme. Si tú no lo haces, de las instituciones y gobiernos no creas que puedo en estos tiempos esperar mucho», reza el escrito todavía a la vista de feligreses del pueblo y turistas de la localidad.

Es un escrito muy personal con un título muy directo: «Necesito tu ayuda», dice. «Los edificios también hablamos. Hablamos desde nuestros muros, desde la historia y los acontecimientos que dentro de ellos se han vivido en esta villa. Creo que sabrás que tengo casi 400 años. En ellos he visto todo, fiestas, bodas, bautizos, funerales e innumerables ceremonias y celebraciones a las que tú como tus antepasados habéis asistido para compartirlos, hechos que si los miras bien son de los más importantes de nuestra vida y que bien merecen por ello un lugar especial para celebrarse». Así encabeza su misiva dirigida a los vecinos de Rubielos.

A continuación, les explica que su «salud es precaria» y que en sus «pareces y tejados tengo claros síntomas de mi avanzada edad y delicado estado como grandes grietas y goteras». Y sigue relatando ese episodio en el que «una de las vigas que está encima de la Puerta del Sol se partió y dejó abierto mi tejado a la acción de la lluvia y el viento», motivo por el que se ha ido deteriorando.

Y culmina su carta: «Si tú no tomas conciencia de mi situación y no haces nada por mí que eres de aquí o vienes por aquí no creas que otros lo harán por ti». Y pide la unidad de los antepasados, que dedicaron «mucho esfuerzo y trabajo». «No permitas que no pueda formar parte de la historia de tu pueblo como hasta ahora ni que mis muros se queden mudos en el futuro de esta villa que sin mí no sería la misma».