Zaragoza se reencontraba esta semana con Javier Manterola, el ingeniero de caminos que ideó obras como la pasarela del Voluntariado, la remodelación del puente de Hierro o la construcción del de Giménez Abad. Son solo tres de sus obras en la capital aragonesa --también intervino en la mejora del puente de la Almozara y el acueducto sobre el Canal Imperial sobre el Barranco de la Muerte-- pero puede decirse que ha ayudado a que ambas márgenes del Ebro estén ahora más cerca. O a que la ciudad deje de darle la espalda al río para cruzarlo.

--Ha pasado por Zaragoza para hablar de puentes. Después de haber realizado muchas obras en la ciudad, ¿Qué mensaje quería dejar en la ciudad?

--Solo que cuando yo la conocí la ciudad apenas tenía el puente de Piedra y el de Hierro y necesitaba muchas comunicaciones entre ambas márgenes. Y en los últimos 50 años se ha desarrollado mucho, ha pasado la ciudad al norte y la obligación de conectar ambos lados era importante. He hecho cinco puentes y siempre he estado muy a gusto. No sé si es un mensaje, pero se han hecho las cosas bien y se ha ganado mucho al incorporar el río.

--¿Cuál es su puente favorito?

--Los míos, sobre todo. Sin duda. La pasarela que está en la Expo, el del Tercer Cinturón, el del Pilar... Todos me gustan.

--¿Todos los que se han hecho tendrían sentido hoy?

--Sí, seguro. El dinero antes era mucho más limitado. Incluso el primero en el que empecé a trabajar, el puente de La Almozara, que era una castaña lo que había allí y me pidieron la pasarela que acabó siendo, es el más modesto y a mí me gusta mucho.

--¿Zaragoza ha mimado sus puentes como realmente se merecen?

--Sí, con respecto a otras ciudades se puede decir que Zaragoza ha sabido cuidarlos. Y no solo eso, sino que el río, que en España siempre se les ha tratado como el lugar en el que se ponían las cosas que no se querían ver, como el vertedero al que la ciudad le volvía la espalda, ahora es al contrario. Se han acondicionado bien las márgenes, se cuidan las aguas para que no huela en verano y se ha hecho tan bien que ahora los paseos son formidables y la ciudad ha ganado muchísimo. Es mucho mejor Zaragoza ahora que antes.

--¿Aunque ahora vea el puente del Pilar de azul y blanco?

--Eso no lo acabo de ver. Me han dicho que había sido una consulta popular. Creo que está peor que estaba. No me molesta demasiado como para volarlo, pero me gustaba más antes. Y eso que en su día tuvimos que arreglarlo porque se estaba cayendo. Fue una epopeya importante la que se libró allí y se resolvió bien el problema.

--Y cuando ve su pasarela del Voluntariado con pintadas o cristales rotos, ¿qué se siente?

--No lo sabía. El vandalismo siempre causa mucho disgusto porque uno pone mucha ilusión en las obras que hace y le interesa que se conserve de la mejor manera posible. Que cuatro chavales la utilicen luego de pizarra me disgusta pero ¿qué le vas a hacer si tampoco las autoridades están por garantizar que no lo hagan? No puedo ponerme con una escopeta esperando a ver si alguien viene a pintarla. Te resignas.

--¿Cree que hay un sello de Manterola?

--Esa es una pregunta difícil. Algo se tiene que notar. Tiendo a ser muy estricto con todas mis obras, no hacer más cosas de las debidas, algo que no se exige en todos los sitios y que lleva a otros a acabar exhibiéndose y a poner adornos, pero yo no soy partidario. No sé si eso se distingue como un sello mío. Algunos amigos dicen que sí, pero solo me acuerdo de lo que pensé cuando lo imaginé. Tu carácter, tu manera de entender, están muy metidos en esa obra. Ahora, que eso se distinga... Con otros, como el gran Calatrava, sí que pasa, pero a mí...

--Si piensa eso de los adornos, ¿qué opina del Pabellón Puente?

--Soy muy aficionado a Zaha Hadid, me parece formidable. Yo competí por ese Pabellón Puente y no gané, y me gustó mucho su trabajo. Pero para que una obra sea significativa tiene que dejar huella y esta no la ha dejado. Pero me parece precioso.

--¿Qué significa esa huella?

--Cuando uno hace un puente pretende que este sea consistente y que la gente cuando lo vea diga que algo ha aprendido de ese puente. Yo lo he hecho con muchos de otros autores. Han dejado una huella en mí. Y deberían hacerlo siempre.

--¿Zaragoza ha cubierto su cupo de puentes?

--En el tramo de la ciudad sí. Tenía dos hace 50 años y ahora tiene 10. No da para más.

--¿Sus mejores puentes están en Zaragoza?

--No. A todos los quiero mucho y todos los momentos que he pasado con ellos. Pero decir que son los mejores.

--La Expo fue un momento muy especial también para usted. ¿Está satisfecho con que su aportación fuera esa pasarela?

--Estoy muy orgulloso de esa pasarela, me gusta de verdad, algo que no puedo decir de otras muchas obras de la misma Expo y que no mencionaré. Y eso que cuando la imaginé era muy diferente. Quería que fuera un tubo, una pasarela cubierta preciosa. Pero me equivoqué, porque no era barata. Como era para la Expo quería lo mejor para ella: una pintura como la del Reina Sofía, aunque costara 40.000 pesetas el metro cuadrado, y un recubrimiento interno de acero inoxidable de otros 40.000... Al final me dijeron que era caro. Pero era lo que mi imaginación soñó.