La Policía Nacional ha liberado a 17 mujeres colombianas explotadas sexualmente en pisos de alterne situados en el barrio zaragozano de Delicias durante una operación iniciada en marzo y en la que han sido detenidas diez personas, entre ellas la líder de la organización criminal de índole familiar. Siete de ellos permanecen en prisión provisional por orden del Juzgado de Instrucción número 9 de Zaragoza.

La investigación se inició gracias a una información anónima a través del teléfono de atención a víctimas de trata de la Policía Nacional (900 10 50 90). Tras varias gestiones, los agentes confirmaron la existencia de una organización criminal, que llevaba activa varios años en esta ciudad, compuesta por un clan familiar que extendía sus tentáculos desde Colombia hasta España, donde estaba asentada gran parte de la banda. Algunas de las mujeres fueron localizadas gracias a la colaboración de Interpol en la investigación.

Todas las víctimas, mujeres colombianas que se encontraban en una situación muy precaria en su país, eran captadas por el clan familiar que les ofrecía mejorar su situación viajando a España para ejercer la prostitución.

La banda publicaba en diferentes portales de internet anuncios con fotografías de los verdaderos rostros de las mujeres. De esta forma, atraían a numerosos clientes que llamaban a varios teléfonos que eran atendidos por las encargadas o mamis de los cuatro pisos de los que disponían en Zaragoza.

Según fuentes policiales, las víctimas estaban sometidas a un férreo control, eran objeto de continuas vejaciones e insultos por parte de los explotadores y, además, eran amenazadas a través de rituales de santería. Las mujeres eran obligadas a ceder a la organización un 40% de cada servicio sexual realizado; y con el 60% restante tenían que hacer frente a gastos de alojamiento, manutención y a la deuda contraída, que ascendía a más de 3.000 euros.

Además de los beneficios procedentes de la explotación sexual, la organización criminal obtenía supuestamente grandes ingresos económicos derivados del tráfico de drogas. Dichos ingresos provenían tanto del consumo habitual de cocaína por parte de las mujeres como del consumo de los clientes en las conocidas como fiestas blancas. De esta forma, los miembros de la red manejaban grandes cantidades de dinero en efectivo. Asimismo, parte de esos beneficios eran reinvertidos en otros bienes e inmuebles tanto en España como en Colombia. Además de las 17 mujeres liberadas y los diez detenidos, todos colombianos, los agentes han intervenido 14.000 euros en efectivo, tarjetas bancarias, varios teléfonos móviles, sustancias estupefacientes y útiles para la preparación de dosis. Varios arrestados, defendidos por los abogados José Luis Melguizo, Alejandro Sarasa y Enrique Trebolle, ya están en libertad provisional.

Ritos muy diferentes al vudú juju de las nigerianas

La brujería es una práctica generalizada en las redes de explotación sexual de mujeres. Con ella, las organizaciones criminales tratan de extorsionar a las víctimas. En la última operación policial desarrollada en Zaragoza contra la trata los agentes descubrieron que los diez detenidos realizaban santería.

En concreto, empleaban velas para tenerlas retenidas. No era la única práctica que llevaban a cabo, sino que realizaban una ceremonia que denominaban baño llamaclientes o atrapaclientes, que consistía en derramar por el cuerpo diversos líquidos con el objetivo de incrementar el número de clientes.

El origen de esta organización criminal era Colombia, lo que marca la diferencia en lo relacionado al espiritismo empleado por las bandas que explotan a nigerianas. Estas usan el vudú juju, un rito ancestral africano que cruzó fronteras cuando los esclavos negros fueron llevados a América. La base del mismo gira en torno a la existencia de ancestros y divinidades que tienen un poder efectivo sobre las personas. Durante la ceremonia, las mujeres deben entregar su ropa interior, vello púbico y sangre menstrual e incluso comer un corazón de pollo recién arrancado.

Después de participar en ella, las jóvenes reciben un collar o una especie de bolsa que es empleada como fetiche y recordartorio del vínculo que han establecido. Algunas organizaciones no usan estos amuletos porque son una prueba de cargo en su contra