Pues ya ven ustedes cómo está el patio. Resulta que al embalse de la Loteta, sin estar acabado aún, se le han de realizar reparaciones de mucho cuidado que costarán una millonada más (o sea, además de la que ya estaba presupuestada inicialmente). Otro pantano, el de Montearagón, anduvo años parado por no sé qué fallo en los estudios geológicos previos en los cuales no se detectó que el suelo sobre el que iba la presa se descongojaba al contacto con la atmósfera. La línea del AVE, ya se sabe, es una descomunal chapuza que requerirá apaños sobre la marcha y nuevas inversiones. La Estación Intermodal de Zaragoza, cuya construcción tampoco termina nunca, lleva acumulado un sobrecoste descomunal. El nuevo aparcamiento que construyen en Formigal ha llenado la ladera de sospechosas grietas. Y ahora, definitivamente, a la larga lista de fallos. chapuzas y presupuestos desfasados se une el Fleta, que deberá pasar los fríos con las obras detenidas, el esqueleto al aire y a la espera de que algún día (sin compromisos, sin plazos y sin límite de gastos) puedan reanudarse los trabajos, que por cierto tampoco está muy claro si tendrán como objetivo hacer un palacio de congresos, un auditorio, un teatro de la ópera o un circo ruso.

¿Es esto normal? Yo creo que no, que aquí pasa algo raro. O los ingenieros y arquitectos no dan pie con bolo cuando trabajan para las administraciones, o el afán por ver hechas infraestructuras y edificios emblemáticos nos hace precipitarnos, o las empresas contratistas van al encule (con perdón)... o tenemos mala suerte; o sea, mala pata, mal rollo, mal fario. Y esto no es nuevo. Si hiciésemos un repaso de las obras públicas llevadas a cabo en Aragón en los últimos veinte años nos saldría tal cantidad de retrasos (o bloqueos ), arreglos sobre la marcha, fallos en los proyectos, desfases y agujeros (en las cuentas y en lo suelos), que nadie podría considerarlos fruto de la casualidad. Será un duende. ¡Mecachis la mar salada!.