Tomás, un zaragozano de 54 años, dice que llevaba años jugando a la primitiva para poder jubilarse por todo lo alto, y eso que le quedaban bastantes. Hace 30 que empezó a trabajar en la fábrica de papel La Montañanesa, donde en agosto del 2014 sufrió un accidente laboral que ha acabado por trastocarle todos los planes. La causa: el retraso del Salud para operarle de la lesión que sufrió en los tendones del hombro izquierdo que le ha provocado la parálisis casi total del brazo. Tanto que tiene reconocida una invalidez del 75%.

«Llevaba años jugando a la primitiva y he acabado prejubilándome por una invalidez que se podría haber evitado», comenta frustrado. El Salud tardó más de un año en intervenirle. Demasiado tiempo porque, según le explicaron los especialistas que le operaron en el hospital Rollo Villanova, los tendones se fueron desgastando poco a poco hasta causarle un daño irreparable. «Me equivoqué porque lo que tendría que haber hecho era ir directamente ala Mutua. Así me habrían operado a tiempo y ahora no estaría así». En concreto, en menos de dos meses, en lugar de un año después porque la intervención no se realizó hasta junio del 2015.

Por sentencia

Así lo indica una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA) en la que condena al Salud por el retraso y por los daños que le ha ocasiones a Tomás y, además, le obliga a indemnizarle con 38.876 euros.

Según el alto tribunal, se produjo una infracción al no señalar el especialista ya en la primera visita la prioridad y la urgencia de su intervención. Añade que «debía ser evidente» para cualquier traumatólogo que el paso del tiempo iría debilitando y dañando los tendones. Como así sucedió. Así que decidió llevar al Salud hasta los tribunales, que han fallado a su favor.

La cuantía que recibirá no compensa las limitaciones en su día a día. Vive en Alfajarín y para hacer la compra se ve obligado a ir en coche porque es incapaz de cargar con dos bolsas. No es lo único, porque ya no puede ir al huerto que heredó de su padre y donde pasaba horas y horas trabajando la tierra y cultivando.

De tenerlo perfecto, comenta, ahora está impracticable y los rastrojos y malas hierbas le llegan a la altura de las rodillas. Básicamente no puede coger la azada ni cualquier otra herramienta. Y es que los movimientos repetitivos, que exigen carga y fuerza le generan muchas molestias.