Antes que un barrio, Miralbueno fue un pueblo. Y se nota. Se observa fácilmente en las calles más viejas de su entorno, en las que quedan viviendas de baja altura que contrastan con los edificios modernos con zonas comunes y piscina que se están extendiendo en la parte nueva del distrito. Y es ahí donde reside el encanto de Miralbueno, aunque debido al paso del tiempo el barrio que un día fue pueblo requiere del mimo y la atención del Ayuntamiento de Zaragoza.

Una de las principales reivindicaciones de los vecinos de Miralbueno, cuenta el vicepresidente de la asociación de vecinos, Ricardo Berenguer, es contar con un pabellón en el que los ciudadanos del barrio puedan hacer deporte y realizar diferentes actividades. Ya cuentan con uno, junto a la sede de la Junta de Distrito en el camino del Pilón, la arteria del barrio, pero está en malas condiciones. Hace 12 años, el ayuntamiento realizó una auditoría y constató que las salidas de incendios estaban mal colocadas, el escenario no estaba a la altura correcta y otros tantos problemas que hicieron que se clausurara el pabellón. Ahora, el consistorio pretende actualizarlo y solucionar todos los inconvenientes, así como arreglar los baños y hacer el edificio más accesible, pero se convertirá en una sala multiusos de 350 metros cuadrados. Que está muy bien, pero no es un pabellón polideportivo en el que poder jugar a baloncesto, sin ir más lejos.

El barrio de Miralbueno se encuentra en pleno crecimiento. Son unos 13.000 vecinos. Miles de personas viven en este distrito. Y son miles de personas que lo tienen complicado para llegar al corazón de la ciudad en autobús si van con la hora justa. «El 52, que nos conecta con el centro, tiene unas frecuencias de entre 15 y 20 minutos. No es fiable y si tienes que ir a trabajar, depender del bus no es una opción», lamenta Berenguer, que pide un vehículo más para esta línea. Además del 52 tienen el 53, que va «desde ningún sitio a ninguna parte», puesto que acaba en la plaza Carlos V, y la línea 21, que no pasa por el barrio por poco. «Tenemos una oportunidad de oro, porque van a prolongar el recorrido del 21 y la última parada se queda muy cerca de Miralbueno», dice Berenguer, que pide al ayuntamiento que alargue la línea. Asimismo, en Miralbueno contaban antes con el autobús de Garrapinillos «que tiene frecuencias fijas y es puntual», pero hace «unos diez años, y por un conflicto» entre las empresas que gestionan el transporte público, este vehículo dejó de parar en el barrio. «Funciona muy bien y pasa tanto de ida como de vuelta por el barrio», dice Berenguer.

Entre los aspectos positivos que destacan los vecinos de este distrito están las zonas verdes, puesto que hay varias y, tras el reciente plan de poda ­-que llevaban años esperando-, han mejorado su aspecto. «Podrían estar mejor, como todo, pero también los ciudadanos podrían tratarlas mejor». Sí que hay algún que otro alcorque vacío todavía, de esos que el alcalde Jorge Azcón se comprometió a rellenar, pero no son más de «30 o 40».

El resto de problemas de Miralbueno afectan de forma muy desigual a las dos partes del barrio, la nueva y la vieja. En la zona más reciente, las aceras son anchas y están rebajadas. Los paseos son largos y verdes. Pero también hay solares, parajes poco cuidados que se limpian poco y en los que, cuando suben las temperaturas, no es raro que surjan (o hagan surgir) incendios. Además, la falta de edificios facilita que el cierzo pasee a sus anchas por estas amplias avenidas, por lo que alguna marquesina en las paradas de autobús no estaría de más para no helarse de frío en invierno.

En la zona vieja del barrio no hay solares. O no tantos. Pero, sin embargo, hay calles con las aceras muy estrechas, con postes de luz que dificultan el tránsito y sin apenas espacio para el peatón. Es el caso, por ejemplo, de la calle Mayor, que sería una buena candidata para habilitar una cota cero.

La carretera de Logroño es otra de las infraestructuras que acumula quejas. En algunos pasos de cebra que cruzan esta vía, desde el barrio hasta la zona de San Lamberto o el Colegio Alemán, no están hechos los rebajes en las aceras, por lo que cruzarlos en bicicleta, con silla de ruedas, o si se es una persona con movilidad reducida, no es lo más cómodo del mundo.

A pesar de todo, el pulso de este distrito zaragozano, antes pueblo, está vivo. Y eso a pesar de que los pisos de reciente construcción, que permiten no salir de la urba en todo el fin de semana salvo para comprar el pan, no son idóneos para fomentar el abrazo entre los dos Miralbuenos: el viejo y rural, con sus fallos y su encanto; y el nuevo y urbano, con sus avenidas y sus árboles. Cuando se trata de juntarse y celebrar (si se pudiera), aseguran los vecinos, no importa en qué parte vivas.