Una vieja grabación de Manuel Coyne muestra a los integrantes del fundacional Centro Naturista Helios bañándose en el Ebro completamente desnudos. Serían los años treinta, en la época de la República. El nudismo acompañaba a los movimientos de igualdad social añadiendo un componente lúdico -libres domingos y domingas- y despreocupado. Nadie pensaba en la contaminación, ni los vertidos ni en la ordenación urbanística de los setenta y los ochenta hicieron que los vecinos de Zaragoza le dieran la espalda al río. Ahora las cosas han cambiado, pero las costumbres tardan en evolucionar.

El meandro de Ranillas, junto al parque del Agua, es uno de los sitios en los que un colectivos como Ebronautas invita a darse un chapuzón. Los descensos en piragua que comienzan por los galachos de Juslibol hacen siempre una parada, los días de calor, para compartir una sandía, un puñado de cacahuetes, y meterse en el agua. La calidad es más que suficiente y las piedras de la orilla crean una playa muy agradable. Ni siquiera hay demasiadas algas. «Es posible volver a disfrutar del río», explica el geólogo Néstor Jiménez, que ejerce como guía de un variopinto grupo que se ha animado a descender en piragua por el tramo urbano.

Los zaragozanos de más edad recuerdan con nostalgia sus zambullidas en la llamada playa de los Ángeles. Estaba en el barrio de La Almozara y allí se congregaban familias y familias para pasar los días de canícula a remojo. Más oficial fue la piscina fluvial que acogió el propio Helios. Las fotos en blanco y negó que muestra Jiménez al grupo causan sorpresa a los más jóvenes, pues el mito de que el Ebro está sucio sigue muy arraigado. «Ahora hasta los que han nacido después de la puesta en marcha de las depuradoras creen que no es posible el baño», lamenta.

Aves y ovejas

El calor aprieta y entre las tamarizas del meandro se adivina un rebaño de ovejas. «En cualquier otro lugar ya se habría habilitado la ribera como playa urbana», señala Juancho Guevara, también socio de Ebronautas. Pero la realidad es bien distinta y cada vez es más complicado ver bañistas en el cauce. Como mucho, junto a los puentes, algún osado decide entrar hasta que el agua le cubre las rodillas. Poco más. Solo los perros disfrutan sin complejo. Quizá un baño como el de Fraga en Palomares, pero con Dulceida o alguna otra celebrity, podrían poner de nuevo de moda los chapuzones urbanos, sugieren algunas voces del grupo.

El oído atento puede detectar desde martines pescador a garcetas. También zumban unos cuantos moscardones. Y con una mirada entrenada, avanzan, junto a las rocas del puente de Piedra, descubrir excrementos de nutria, uno de esos animales que aparecen en los cauces cuando recuperan su calidad. «En vez de cagarrutas podríamos ver al animal de verdad», bromea una de las bañistas. Será difícil, reconoce Jimenez. En todos los años que lleva descendiendo por el Ebro no las ha podido avistar nunca. Tienden a ser esquivas.

Unos pocos metros hacia el viejo recinto Expo, la artificial playa del parque del Agua ofrece su metadona. En general, las personas que buscan extender su toalla en la ribera acuden hasta los meandros de Juslibol, en lo que el baño es una práctica habitual. Y un poco más lejos, según detallan desde Ebronautas, en Alcalá de Ebro «mantienen esta cultura de río» con sus vecinos disfrutando del entorno natural.

Despedida de soltera

Los únicos momentos en los que no es recomendable meterse dentro del cauce son los días posteriores a las grandes tormentas. En esas jornadas aumenta la turbidez del agua y además se concentran los residuos sólidos procedentes de las calles de la ciudad, pues los colectores y los aliviaderos no pueden recoger todos los aportes. «En todo el año esta situación no se produce más que en diez días», resumen.

El descenso en piragua permite que los propios zaragozanos descubran los secretos del Ebro, con rápidos incluidos. Además es un reclamo especial para turistas llegados desde Madrid o Cáceres, que obtienen un perfil inédito de Zaragoza. La expedición se completa con un grupo de amigas procedentes de Milán que celebran una despedida de soltera. Para meterse en el agua no hace falta ni que se quiten la diadema rosa que llevan a juego. Unas horas después ya tienen reservadas sus sillas en El Plata para seguir con las actividades lúdicas.

Tras los chapuzones y el refrigerio, las canoas siguen su viaje río abajo. El puerto de llegada será Vadorrey. En los próximos días los componentes de Ebronautas harán público su análisis anual de la calidad del lecho y esperan que vuelva a ser positivo. Por eso tienen confianza en que los bañistas regresen poco a poco. Con ropa, sin ropa, con neopreno, o con salvavidas, eso ya queda en la elección de cada cual. Como dijo Gerardo Diego (aunque fuera sobre el río Duero): «Quién pudiera como tú, / a la vez quieto y en marcha, / cantar siempre el mismo verso / pero con distinta agua».