Aleluya, hermanos. Han caído unos copitos y ya hemos podido abrir Formigal. Los ecologistas decían que la estación estrella de Aramón seguía cerrada (para desesperación de los hosteleros del Valle de Tena) por lo descuajeringado que estaba todo tras las obras en Espelunciecha. Pero no, hombre, era sólo que no había nieve. Peor me lo ponen, pensé yo: ¿estamos invirtiendo millones de euros del erario público en una actividad que (además de joder el medioambiente) cada vez tendrá más limitaciones objetivas como consecuencia del cambio climático?

Ya está abierto Formigal, por si ustedes quieren disfrutar de una Navidad Blanca (con nieve artificial, pero nieve al fin). Y yo me alegro de tal apertura, pues, hecho el chandrío, por lo menos que le aproveche a alguien. Más acongojado me tienen unas recientes declaraciones del alcalde Sallent de Gállego reclamando que liberen a su municipio de las limitaciones que supone ser Reserva de la Biosfera, porque aquí lo bueno es construir, ganar dinero rápido y el que venga detrás... que arree.

Cada vez nieva menos en Aragón. Es el efecto invernadero. Sin embargo, tampoco estamos por la labor del Protocolo de Kioto, pues limitará el rendimiento actual de las centrales térmicas turolenses. Claro, nosotros querríamos tener simultáneamente unas navidades blancas... y negras. Pero no va a poder ser. Alguna vez nos entrará en la cabeza ese concepto que se llama sostenibilidad, que por cierto es pieza básica de los contenidos que darán cuerpo a la Expo 2008 (¿exhibiremos en el certamen la peculiar forma en que hemos alterado los nacimientos de nuestros principales ríos pirenaicos para proveer de agua a los cañones de nieve artificial?).

¡Ah, blanca Navidad! Mi amigo el doctor Luis Angel Rioja se va a pasar el fin de año subiendo a un pico del Himalaya. A él sí que no ha de faltarle la nieve y el hielo. Porque en esta vida, queridos amigos, todo es posible; sólo hay que buscarlo en el lugar adecuado.