El afán de Fernando por ganar le llevó a correr con descaro en la prueba de marcha. Bajo la atenta de sus monitores, competía contra siete amigos del centro de tiempo libre Birabola en el entorno del pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza. Las marcas de todos rondaban los 26 segundos. El registro de la atleta María José Povés, que enseñaba la disciplina y cronometraba junto a sus compañeros de la Asociación Deportiva Ciempiés, era de 19 segundos.

La pandilla hizo fila para participar en casi todas las disciplinas concentradas en la calzada y en las aceras, que convirtieron a San José en sede de unas Olimpiadas infantiles. Con la celebración del Día del Deporte, el consistorio se sumaba a la Semana Europea de la Movilidad, con la que se quiere favorecer hábitos de movilidad sostenible.

Fernando estuvo compitiendo tres horas. "Lo que más me ha gustado ha sido el hockey y el remo", dijo a modo de conclusión. El remo se practicaba sobre asfalto, en un banco-simulador que transportaba a los chavales al río Ebro a base de ejercicio. Según un miembro de la organización, los simuladores son los mismos que utiliza la federación española.

La mayor concurrencia se concentró en el área de gimnasia deportiva, aunque no faltaron deportistas en la rítmica, en el minigolf, en la cancha infantil de beisbol o en los campos improvisados de fútbol 3X3, voleibol y badmington. En éstos últimos, los padres se defendían. Donde hubo mucho espectador y poco valiente fue en la pista de baile de salón.

Patricia Frías, entrenadora de competición del club Flip-Flap, ayudaba a los niños a hacer volteretas, carpas abiertas y laterales sin dañarse. "Es uno de los deportes que más gente atrae porque es muy atractivo de ver y practicar", explicó.

Una de las incondicionales, Alba , subía a la barra de equilibrio como un muelle, sin ningún tipo de miedo: "Me divierte mucho hacer volteretas y los ejercicios de suelo".

También se recuperaron viejas disciplinas. Los juegos tradicionales compartían espacio junto a las canastas con notable éxito. Los gemelos Alejandro y Daniel supieron por la mañana que existen bolinches y hoyetes y reconocían con entusiasmo que era "divertido". Los dos cumplían las normas.