La entrada de la Facultad de Educación de Zaragoza no parecía la misma a las 9 de la mañana y a las 11. Mientras que a primera hora no cabía un alfiler y se escuchaba un murmullo nervioso, dos horas más tarde el silencio abrumaba.

Esta facultad era una de las 16 sedes que el Gobierno de Aragón habilitó ayer para la histórica oposición de Secundaria y Formación Profesional, en la que casi 6.000 aspirantes -de los 9.600 inscritos- derrocharon sabiduría para pasar una de las pruebas que tendrán que superar para hacerse con una de las 763 plazas ofertadas, 643 de Secundaria y 120 de FP.

Los opositores compartían nervios con sus acompañantes, a quiénes las dos horas de espera que duró el examen se les hicieron eternas e interminables. A la salida de la prueba se entremezclaban los comentarios y las sensaciones, desde la satisfacción hasta la frustración, pasando por la indiferencia y la inseguridad.

Laura Sinués, de 30 años, esperaba en un banco a que salieran sus amigas, también opositoras. Era una de las primeras en terminar. «Solo he venido a probar suerte y familiarizarme con el examen, aunque ha salido un tema que he podido defender». En la Facultad de Educación ayer se presentaban los docentes de Geografía e Historia y entre los asuntos a desarrollar llamó la atención una: la situación social de la China actual. «Esta es la que he elegido yo porque no creo que muchos se hayan atrevido», comentaba Laura, y no era la única porque Javier Dieste siguió la misma estrategia. Aunque salió con buenas sensaciones no quiso aventurarse, «ya veremos qué pasa porque es un tema bastante denso», decía.

Otro de los temas de desarrollo era la II República y la Guerra Civil, muy demandada entre los que se presentaron. También tuvieron la posibilidad de plasmar su conocimiento sobre Goya y Velázquez, sobre la descolonización de Asía y África, o sobre la historia de los siglos XIX y XX. Por este último apostó Daniel Arnal, que acudió a la prueba «para firmar» y al final estuvo más de una hora y media. «Me ha ido mejor de lo que pensaba», admitía. Alfonso Fernández defendió la Guerra Civil. Era la primera vez que se presentaba. Aunque admitía que era «un tema conocido por todos y más difícil de destacar», comentaba que lo más sensato era ir «a lo seguro».