El sector del automóvil se ha instalado en la incertidumbre. El año 2020, que se aventuraba como el del despegue definitivo del sector, se ha visto enturbiado por la pandemia, que obligó al cierre de un buen número de factorías en toda Europa y desplomó la fabricación de vehículos en los países del continente. Pues bien, ahora se enfrenta a otro gran escollo: no hay chips suficientes para todos los fabricantes. La situación ha salpicado de forma notable a algunas fábricas españolas, aunque Figueruelas ha conseguido salvar los muebles. Por ahora.

La dirección de la planta aragonesa ha barajado en las últimas horas tomar la decisión de parar la producción ante la falta de existencias, aunque finalmente ha logrado contar con los suministros suficientes como para continuar con un volumen de producción que no deja de sorprender, a pesar de que sus principales mercados (Alemania, Reino Unido e Italia) están sufriendo las consecuencias del coronavirus. Este mismo viernes había convocada una reunión para abordar la situación con los representantes sindicales. Pero finalmente, no será necesario detener las líneas del Corsa, el C3 Aircross y el Crossland X. Por ahora.

Aunque todavía la falta de semiconductores no ha sido insalvable, la dirección barajaba la posibilidad de dejar de fabricar algún sábado productivo, según ha podido saber este diario. Pero no habrá cese productivo. Por ahora.

Los efectos de la pandemia, la acumulación de estocs en la industria de la electrónica de consumo y la recuperación del mercado en China, han provocado la rotura de la cadena de distribución de componentes electrónicos como los microchips a nivel mundial. El sector del autómovil será uno de los más afectados durante el primer trimestre de 2021.

El impacto más importante se ha producido en la fábrica de Seat en Martorell, que aplicará un erte, a partir del 25 de enero, y se alargará la medida hasta el mes de abril. Pero no es la única afectada por la crisis de los microchips.

A principios del 2020, la industria del automóvil predijo que no se iban a vender tantos coches por el hundimiento de los viajes y los confinamientos. Eso les llevó a comprar menos chips antes las previsiones de una menor producción. Pero los cálculos erraron. El consumidor parece haber apostado por el vehículo privado frente al transporte público para evitar contagios. Ante esta situación, varios grandes fabricantes se han visto en la situación de no tener chips suficientes que colocar en sus vehículos.