Buenos días o buenas tardes, no sé a qué hora leerá usted estas líneas, pero me alegro de volver a vernos o de vernos por primera vez... En conclusión, vuelvo, como las oscuras golondrinas de Bécquer, por estas veredas periodísticas en esta primavera que nos ha estado regalando un clima tan dispar, lo que siempre desconcierta al cofrade, porque en nuestro interior, siempre está el miedo de que se complique la cosa y se nos fastidie la Semana Santa.

Será atípica, bajo la sombra de una campaña electoral tan inusual como improvisada. Entre promesas de uno y otro cariz... (por cierto, ya suenan de nuevo las del museo de la Semana Santa) nos marcaremos unos redobles; nuestras procesiones recorrerán las calles zaragozanas, llenando el ambiente de incienso, de sonidos de tambor, bombo y corneta, de matracas y carracas; de imágenes de manolas, de Cristos y Dolorosas; de jotas, saetas y bandas que acompañan a sus pasos.

En la era de la libertad de expresión, donde unos y otros enarbolan la bandera de su derecho a manifestar de manera pública todo aquello que piensan, sea o no compatible con la lógica o el sentido común, las cofradías nos hacemos presentes hoy en uno de los espacios más públicos de nuestra ciudad, la plaza del Pilar. En ese marco, Jesús Domínguez Longás será el pregonero; encargado, al fin y al cabo, de tomar la palabra y alzar la voz por el derecho, ya no sólo a la libertad de expresión, sino a mostrar una fe compartida y vivida que nos une en estos días con más intensidad que nunca. Sabemos que hacemos ruido, sabemos que, según a quién, molestaremos, pero tengan en cuenta que es nuestra semana, sólo les pedimos eso, una semana al año, luego ya volveremos a callarnos y dejaremos que sean otros, los de siempre, los que hagan ruido con sus bravuconadas, sus politiqueos, sus corruptelas, sus broncas de telebasura y sus teletiendas de contravalores.

Esta tarde, cuando las puertas de San Cayetano se abran, a eso de las 18.00 horas, se dará paso a una tradición, a una devoción con siglos de historia; creo que, aunque solo sea por el interés cultural, tradicional, patrimonial o turístico que ha conseguido nuestra celebración, la Semana Santa de Zaragoza se ha ganado el derecho a hacerse presente en la vía y en la vida pública. Pero para mí, permítanme la licencia, esos cuatro puntos de interés, son solo palabras huecas, la Semana Santa tiene sentido cuando uno logra abarcar todas las dimensiones que conlleva, y la principal, sin duda alguna, es la religiosidad. Comienzan nueve días de procesiones, de estaciones de penitencia, de momentos de oración y recogimiento, de imágenes de Cristo y de la Virgen; imágenes y momentos que preservan una escala de valores quizá ya en desuso, pero que muchos nos enorgullecemos en intentar vivir en este presente tan convulso.

Mi duda es si alguno de los valores que estos días se pregonarán por las calles: amor fraterno, entrega, sacrificio, perdón, fraternidad, igualdad... entrarán en el programa electoral de alguno de los partidos que luchan por captar votos. Si alguno lo hiciera, que cuente con mi voto. H *Coordinador de Ámbito Cofrade.