Les hablaba ayer del Real Zaragoza de Agapito Iglesias, de sus errores, de la vergüenza y ruina de un equipo que fue grande y hoy es muy pequeño cuando, casualmente, acaba de caer en mis manos el último libro de Leopoldo Abadía. En sus páginas, el economista zaragozano pone como ejemplo, y no precisamente de buena conducta, al equipo de fútbol zaragozano.

Un tema, combinado con los pelotazos urbanísticos, que está causando alarma social y sobre el que los políticos que pusieron a Agapito guardan sepulcral silencio, mientras que los que no lo pusieron no opinan.

En La economía en 365 preguntas (editorial Espasa), Leopoldo Abadía se esfuerza por proporcionarnos un manual asequible sobre las cuestiones económicas más abstrusas.

Así, en uno de sus capítulos compara al Real Zaragoza con Grecia, recordándonos lo siguiente y razonándolo así: "Mi equipo hizo suspensión de pagos y consiguió una quita de 49 millones, que aparecen en sus cuentas como beneficio, pero es un beneficio que han conseguido no jugando al fútbol ni vendiendo camisetas --porque, ¿quién querría una camiseta del Real Zaragoza?-- ni por giras asiáticas. No, sino mucho más fácil, negociando con los acreedores y diciéndoles: Mirad, majos, ¿os acordáis de lo que os debía? Pues ahora, 49 millones menos... O sea, que lo que antes se consideraba una de las principales fortunas de Forbes, el Real Zaragoza lo consiguió en una tarde".

¿Qué pasa con los bancos? ¿Dónde hay que invertir? ¿Qué ocurre con la clase media? ¿Cómo son los empresarios españoles? ¿Como deberían ser los líderes que dirigiesen nuestro país en un futuro inmediato? Éstas y otras muchas cuestiones se van formulando, y respondiendo, a lo largo de un libro que se lee en un suspiro y cuyas páginas, una vez más, acreditan la ya muy probada capacidad de Abadía para llegar a los grandes públicos con fórmulas didácticas al mismo tiempo susceptibles de aplicación en la vida corriente de los ciudadanos afectados por la recesión.

Y, como no sólo de crisis vive el hombre, Abadía se refiere también a la manera de espiritualizar cuanto tenga que ver con el trabajo, el dinero o la inversión, a fin de desmaterializar un tanto estas actividades y abrirlas a otros valores. Respecto al Real Zaragoza, mucho me temo que no lo arregle ni Abadía ni Dios.